Este es el relato de siete días durante el mes de diciembre de 2002 que realizó DaniDR por la sorprendente isla de Córcega. En el país vecino es uno de los destinos preferidos por los amantes de la Naturaleza y uno de los departamentos que más turistas acogen a lo largo del año, pero en nuestras tierras es un tanto desconocida.
Su principal reclamo son sus hermosas playas y su accidentado relieve que proporciona unos paisajes incomparables. No en vano los antiguos griegos la llamaban “Calista”, la más bella. Es la isla con la mayor altitud media del Mediterráneo, y está atravesada por una cadena montañosa cuya cumbre es el monte Cinto, de 2700 m de altitud, y unas 40 montañas que alcanzan los 2000 m. Todo ello se traduce en innumerables puertos de montaña llenos de curvas reviradas y paisajes montañosos que alcanzan el mar de forma abrupta con unos impresionantes acantilados. El paraíso de las motos trail y de cualquiera con ganas de pulir las estriberas.
Salí con Pere de Olesa de Montserrat, una población catalana en las faldas del macizo de Montserrat, rumbo a Marsella un frío día de finales de diciembre. Era la forma de aprovechar una semana de vacaciones en un destino no demasiado alejado, y barato en esa época del año. Ahora no tengo claro si fue muy acertada la decisión, porque la nieve y las bajas temperaturas en algunos puntos se convirtieron en un obstáculo para poder llegar a todas partes, pero eso es otra historia, aparte de complicarnos la búsqueda de sitio donde dormir en las zonas menos turísticas. Volveré y será en primavera o bien en otoño, porque en verano la isla se pone como el camarote de los Hermanos Marx...
En Marsella embarcamos en el ferry rumbo a Port Ajaccio. Tras doce horas de travesía nocturna en el lujoso Napoleon Bonaparte, donde las motos son mimadas como damiselas victorianas, trato que deberían tomar como ejemplo otras compañías de ferryes.
Ajaccio es la ciudad natal de Napoleón Bonaparte y su presencia era omnipresente en toda la isla, prácticamente todos los pueblos tenían su estatua en la plaza mayor. Está claro que allí se tiene un buen concepto del emperador corso... Una vez desembarcamos en la Isola Bella nos dirigimos hacia el sur, a Bonifacio. Así fue como empezamos a encontrar puertos de montaña cerrados por la nieve. Primero el Col de Verde, luego el Col de la Vaccia, y suerte que dimos con alguna carretera despejada, porque las máquinas quitanieves brillaban por su ausencia en la isla. Las vías de comunicación son comparables a las españolas, es decir, un tanto descuidadas respecto a las francesas, con baches, agujeros y gravilla, sobre todo las de montaña.
Decidimos cambiar de rumbo y rodear la isla por la costa. Las Aiguilles de Bavella, una curiosidad geológica en forma de agujas calcáreas de color rosa, es uno de los parajes más bonitos que hay en Córcega.
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Estrecho de Bonifacio
Bonifacio es una pintoresca ciudad mediterránea llena de historia cuyo casco antiguo, protegido por unos espectaculares acantilados, muestra el paso de diferentes culturas en sus calles y edificaciones. Merece la pena detenerse y dar un paseo a pie para descubrir toda su belleza. Desde la costa pueden contemplarse las formas que el tiempo ha ido esculpiendo en la roca y las espectaculares panorámicas sobre las islas que rodean el sur de Córcega, como las Lavezzi o la Cavallo. También sorprenden las fortificaciones de diferentes épocas que jalonan el litoral. La ley de Murphy era implacable. En el interior de la isla fue difícil encontrar sitio para dormir mientras una fina lluvia acababa de jorobar la situación, hasta que finalmente en Olmeto, un encantador pueblo típicamente corso que se asoma sobre el golfo de Valinco, encontramos un hotelito donde nos atendieron con mucha amabilidad. La gastronomía corsa es realmente fuerte, muy especiada, y destaca la carne de jabalí preparada de muchas maneras, la charcutería y los quesos curados. Mención aparte merecen sus afamados vinos, peleones y con mucho carácter.
Los precios en relación con la campiña francesa tienden a ser un poco más caros, no en vano Córcega es uno de los principales destinos turísticos de los franceses. En cuanto a la atención, incluso en los chauvinistas cómics de Asterix se hace broma sobre el famoso carácter de los corsos, extremadamente reservados. No es que se ignore al turista que entra en el restaurante, es que es su forma de ser y no hay que tomarlo a mal.
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Piana
Amanecía el día de Nochebuena y nos encaminamos hacia Corté, la más importante ciudad de la Córcega central pasando por las Calanches de Piana. Sus formas caprichosas y sus colores que cambian con la luz del día las convierten en uno de los escenarios naturales más bonitos de la isla. La turística ciudad de Porto fue la siguente etapa destino a Evisa, atravesando las impresionantes Gorges de La Spelunca. A partir de Evisa el frío se fue intensificando conforme ganábamos altura camino del Col de Vergio, el paso de montaña más alto de la isla, a 1477 m de altura. La cara noreste del Col fue una prueba inesperada de nieve y hielo en la que no caímos de milagro. Cuestión de poner segunda y bajar al ralentí sin tocar freno. No teníamos más alternativa para no dar una tremenda vuelta, pero ahora me parece que nos la jugamos innecesariamente tan lejos de casa, aquello era casi intransitable.
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Col de Vergio
Scala de Santa Regina es un bello espacio de alto interés natural al que ninguna foto hace justicia y que merece verse con tranquilidad. Hay que tener cuidado en las carreteras con los animales como cabras, cerdos y jabalíes, que se cruzan en cualquier momento. También llama la atención que las carreteras están jalonadas por enterramientos e incluso por panteones. Llegamos a Corte con la intención de hacer noche, y encontramos un hotelito bueno, bonito y barato. El problema es que siendo el día de Navidad lo de comer lo tuvimos muy mal, y pasamos el día con las magdalenas esclerotizadas que nos sirvieron con el desayuno, y gracias que tenían para nosotros… ello no impidió que disfrutáramos de la bonita villa de Corte.
El centro de la isla es algo menos turístico que el litoral, así que sobre todo en domingo, hay que procurar llevar el depósito lleno, porque el riesgo de quedarse sin gasolina es mayor que en Francia, donde lo de las 35 h. se lleva a rajatabla.
La siguiente etapa fue las Gorges de la Restonica, otro de los parajes naturales más hermosos de Córcega, donde “estrenamos” la moto en una de sus pistas. De allí a L’Île Rousse, y pasando por el Desert des Agriates, un inmenso despoblado rocoso calcinado por el viento y el sol, llegamos a Saint Florent, la encantadora y antigua ciudadela sobre las aguas del Cap Corse.
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Saint Florent
Al día siguiente disfrutamos de la ensalada de curvas de la península de Cap Corse. Hizo un día precioso para variar un poco y las motos nos llevaron a Erbalunga entre una sucesión de paisajes pintorescos colgados sobre el mar y pequeños puertos costeros de ensueño. El final del viaje fue en Bastia, una de las ciudades más hermosas de toda la isla que recuerda a Nápoles tanto por su aroma mediterráneo, su entramado de callejuelas y por el carácter de sus casas, con balcones de hierro forjado y celosías que muestran alegremente los tendederos llenos de ropa multicolor.
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Erbalunga
El ferry nos devolvió a Marsella, y tomamos la hermosa carretera nacional que bordea la Camargue y pasa por la marinera villa de Sête para volver a Barcelona.
