Efectivamente, sigo saliendo incluso con este frio tan descorazonador que nos llena de desazón, zozobra y tremendas ganas de que llegue la primavera.
Como me sucede últimamente. esta es otra miniruta por la comarca, ora Galicia, ora Asturias, sin saber muy bien en qué lugar exacto se pisa la raya. El paseo comenzó a media mañana, cuando comenzaba a disiparse la niebla que mantenía oculta la mayor capa de helada de lo que llevamos de otoño. Los cristales de escarcha caían de los árboles con los primeros rayos de sol, pero en las zonas de sombra, en las umbrías, donde el sol no asoma desde el verano, el manto blanco era una constante pelín inquietante. Las heladas se van acumulando, una tras otra, hasta que llueve. Por cierto, llevamos ya 4 o 5 días sin lluvia, esto es raro...




Eso sí, una vez que vas ascendiendo el paisaje que se nos ofrece a la vista, aún a pesar de conocermelo de memoria, es digno de contemplar. (lo digo por la moto, claro )



Al llegar al robledal de Busagade, uno de los emblemáticos de la zona, uno ya va preparándose anímicamente para penetrar el la zona mágica. Aquí no suele venir nadie, ni en verano ni en invierno. Es una zona de claroscuros, con unos tonos ocre en esta época que invitan más al recogimiento y al sosiego reposado y meditabundo que al estropicio motero, pero he pasado muy suave, casi deslizándome entre el silecio de los robles centenarios



Al salir del bosque y ascender hasta los cielos a mis pies se abren mares y océanos de niebla. Cambiaría en este punto mi moto por algo que volase, pero precisamente en este punto de la ruta, bueno, a 200 metros de aquí, mi experiencia con el parapente me costó casi cambiar las dos ruedas lineales por dos en paralelo, con otras dos pequeñas delante





Desde aquí arriba casi se ve el mar, aunque el etéreo mar de niebla tampoco desmerece el cuadro matinal



No todo lo bello es bello para siempre, ni todo lo feo lo es por los siglos de los siglos. Despues de dudarlo unos instantes decidí que la Teneré aún podría durar unos años más así que dí media vuelta y olvidé mi idea primigenia de su sacrificio....



Después deperderme, más bien de llegar a un punto sin salida en un cortafuegos que parecía no tener fin, me interné en un bosque de abetos. Es como transportarse a otra dimensión. No tiene el embrujo del bosque de robles, ni siquiera el de un abedular, pero esa oscuridad que reina en el abetal tiene un punto de misterio, un no se qué inquietante que me atrae irremisiblemente. Ahí dentro hay algo. No se puede ver, ni tocar, pero se puede sentir...





Mi periplo continúa descendiendo hacia zonas de climatología más benigna, pero moviendome por la umbría no lo conseguiré. Lo que sí consigo es acceder a zonas como esta:






Despés de esto solo resta retirarse a los cuarteles de invierno hasta la próxima aventura.. mañana.