Todos tenemos asociada la moto a diversión y placer. Sin embargo a veces nos espera un día trampa.
A lomos de CBR 600, F 800, dos Fazer (600 y 1000) y mi XLV 650 salimos cinco compañeros de trabajo con dos de sus chicas. No teníamos ni la menor idea de lo que nos esperaba.
Con el doble de potencia de mi V650, las otras se escapan. Solo el coraje y la inconsciencia me permitieron seguirles e incluso rebasarles. Esta contienda me acongojaba con sudor frío.
Llegamos a nuestro incierto destino. Mis rótulas estaban planas, esmeriladas por ganar en curva lo que perdía en recta.
Entramos como corderillos en el matadero. Se palpaba una espesa angustia.
Todo estaba dispuesto. La visión aterradora de todo aquello era de pesadilla. No era un profundo desánimo, sino lo siguiente.
Centollas, bueyes, mejillones... nos esperaban como arañas a sus atrapadas víctimas.
Ya sentados acometimos con denuedo y resignación los primeros escarceos de esta amarga lucha.
Odiábamos a las motos por habernos llevado allí. Pero todo se iba a complicar. El destino nos tenía preparada una emboscada a base de navajas, langostinos a la plancha, vieiras...
Pero si algo va mal, puede ir peor. Murphy estaba cerca. Segundo plato, se oye. Tragamos saliva con dificultad. Era día de padecimientos sin tregua.
Varios entrecot, cordon blue, escalopines... invaden la mesa. Deseábamos despertarnos de esta pesadilla. Pero nuestro karma motard de la jornada era el de sobrellevar estas penalidades.
Tras la tarta helada, pudin, piña, café... asumimos el trágico momento había llegado, el drama llegaba a su cenit: La cuenta.
El angustioso tormento de una factura total de 105€ (15 eurazos por casco) quedará grabado a fuego en nuestra memoria. No será fácil de sobrellevar.
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