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Tema: Un paseo a Praga

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  1. #1
    Veterano mototrailero
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    Un paseo a Praga

    Me hallo convencido que su hubiera tenido que buscar Praga entre mi listado de lugares a donde me gustaría ir en moto, no la encontraría entre los cincuenta primeros. Ya dijo el docto Ortega aquello del “yo y mis circunstancias”, y en verdad para liarme en este viaje se me han acumulado un buen numero de ellas. Os pongo en antecedentes. En verano pasado tras regresar de Jhon O´Groats (Escocia) le comenté a mi paciente esposa como habíamos comentado el acercarnos a la costa oeste de Irlanda en este 2019. Su respuesta me desencajó pues fué: Bien, vamos.
    En el transcurrir del tiempo mi anciana suegra había ido requiriendo una mayor atención y cuidados, y el inesperado diagnostico de un tumor cerebral a mi cuñado echó por tierra nuestros planes irlandeses para antes de navidades. En estas estábamos cuando a inicios de junio y con apenas quince días de diferencia inesperadamente ambos fallecieron, dejándonos enormemente consternados aunque con la libertad recuperada. Transcurridos los primeros momentos de duelo llegó la hora de mirar para alante y pensar en hacer alguna escapada. Nuestra hija se nos había adelantado pidiendo julio entero para ella puesto que se iba a Asia junto con su pareja, y esto no hubiera importado en exceso si no conllevara que Harri, su Strafordshire, y Roy, un inquieto perrito raton de Praga, pasarían todo el mes de julio con nosotros para alegría de mi doberman, e inquietud de las dos gatas de casa. Fue por entonces, durante una comida familiar cuando surgió lo de irnos a Praga.
    Desde casa a Praga no es que haya demasiados kilómetros, alrededor de 1.800, vamos, como desde Bilbo a Hamburgo; kilómetros que de haberlos realizado en compañía de unos colegas ya trotados no hubiéramos dudado en realizarlos en un par de intensas jornadas, pero viajando con una compañera quien se sube a la moto muy de vez en cuando, y para estas fechas hace ya tiempo que dejó de ser una bella jovencita y andar más próxima a lo de una dulce abuelita, nos obligó a tomárlo con más calma.
    Busqué por la web algunos lugares que pudieran justificar las paradas intermedias, y el cinco de este agosto arrancamos hacia Bordeaux para desde alli continuar al este, a Brive la Gallarda, con idea de pernoctar en Clemont Ferrand.

    Pese haber pasado por las inmediaciones esta urbe unas cuantas veces, nunca antes nos habíamos detenido y en verdad poco sabíamos de ella. Ubicada en la base del archiconocido Puy de Dóme, el col mas veces ascendido en el Tour de France, el cual por cierto es un volcán extinto como el resto de elevaciones que lo rodean; Clemont Ferrand es tambien la base u origen de Michelin, quienes cuentan con un museo; además de estos dos ya mencionados los otros puntos turisticos de atracción son la enorme estatua del caudillo Vircengetorix, quien rindió la Galia a las legiones de Julio Cesar, una catedral gotica “negra”, al ser esta de piedra volcánica, y otra iglesia, la basilica romanica de Notre Dame du Port, “blanca” al hallarse pintada de ese color. Bueno esto esta muy bien, aunque tanto o mas interesante, para mi al menos, es que en Clemont tienen tres denominaciones propias de queso reconocidas (AOC) y claro está tras haber contemplado al caudillo galo, paseado un buen rato por sus estrecha calles y visitado ambas iglesias, no iba yo a perderme la oportunidad de reconfortarme con una tabla de quesos locales en las inmediaciones de la popular plaza Jaude.

    Arrancamos de Clemont Ferrand afortunadamente sin lluvia, y a unos veinte grados de temperatura, algo de agradecerse tras la treintena y pico soportados la víspera. Guiados por mi veterano Garmin 660 fuimos transitando por carreteras nacionales hacia Lyon. Tras realizar el primer repostaje, a la altura de Macon, entramos en la autopista y empezamos a comer kilómetros. Los paneles informativos no cejaban de anunciar “Oraje” y recomendaban escuchar una emisora de radio. Mi AT1000, cuenta con su Dct, maletas y defensas aunque no he encontrado aun el botón de la radio, asi que no muy lejos ya de Friburgo, durante el segundo repostaje, consulté el significado de la palabra en el traductor de mi móvil confirmándome lo que ya sospechaba, anunciaban tormentas eléctricas.

    Llegamos poco rato después a Friburgo de Brisgovia, la alemana, lo indico puesto que también existen Friburgos en Suiza y Francia, afortunadamente sin mojarnos aunque con el cielo encapotándose por momentos. Teníamos allí reservada habitación en una tradicional gasthause (posada) no muy lejos del centro. La recepcionista no tuvo problema alguno en facilitarnos un sitio a cubierto para la moto en un almacen junto a la ropa sucia y un montón de sillas plegables, y tras la habitual segunda ducha y el cambio de ropas, no tardamos en partir a patear por su casco histórico. No era la primera vez que andábamos por allí. Tiempo atrás recorrimos Alsacia y la Selva negra en una auto-caravana en compañía de otra pareja, y entonces nos detuvimos brevemente en Friburgo.

    Esta es sin duda una ciudad de agradable paseo. Había bastante gente, aunque sin excesos; pudiendo contemplar por allí un par de puertas restauradas de la muralla original (la puerta de los suabos, la Marinstor), una lucida catedral gotica (Munster), dos ayuntamientos contiguos y varios edificios singulares (Kornhause, Kaufhause..), además de unos estrechos canales por donde fluye el agua. Regresados al alojamiento, mientras disfrutábamos de una típica ensalada con embutido de la zona y el socorrido schnitzel, llegó la lluvia que obligó a retirarnos a la carrera a nuestros aposentos.

    Antes de partir ya había andado consultando los previsiones meteorológicas de los lugares por donde pensábamos rodar y por ello nos hallábamos al corriente de lo de las tormentas eléctricas al igual de que teníamos un 80% de posibilidades de que nos lloviese a la altura de Nuremberg. Por desgracia acertaron de pleno. Arrancamos de Friburgo hacia las ocho de la mañana, con buena temperatura y el cielo totalmente cubierto, poniendo rumbo al norte por la autobahn que discurre pegada a la Selva negra, dejando al poco atrás Baden baden antes de alcanzar Manheim. Hicimos allí el primer repostaje de la jornada y le indique a Mila, mi esposa y acompañante, que seria mejor que se pusiera el pantalón de agua puesto que se podía poner a llover de un momento a otro. Se nos acercó un motero español que viajaba junto a su familia enlatado, quien según nos comentó solía correr en clásicas con una Montesa Crono 125. Apenas una veintena de minutos después las gotas fueran haciéndose mas persistentes asi que nos detuvimos en un área de descanso de camiones para equiparnos correctamente. A partir de allí el cielo se abrió y rodamos las siguientes cuatro horas bajo una intensa lluvia aguantando la Dios y madre, cayéndonos agua a cantaros, a jarras y barriles, circulando entre un trafico denso, rodando con la visibilidad notablemente mermada, y sin poder bajar de los 120 km/h para evitarnos problemas con los camiones u otros vehículos. No fue hasta un buen rato después, cuando ya nos encontrábamos algo mas allá de Nuremberg rodando hacia la frontera de Chequia cuando el agua amainó un poco pasando entonces a ser lluvia de “la de toda la vida”, consintiéndonos el poder disfrutar del paisaje colindante, un paisaje que por cierto nos recordó al País de los Vascos. Bordeamos Pilsen, antes de alcanzar Praga, mientras nos percatábamos que el tipo de conducción de los locales es parecido al de sus vecinos alemanes aunque siendo estos menos caballeroso, o lo que es lo mismo, olvídate de que te cedan el paso a la hora incorporarte o cuando pretendas adelantar. Coincidimos con una santa retención motivada por unas obras, aunque por suerte, también los checos, como los austriacos y alemanes tienen por costumbre en sus retenciones dejar un carril en el medio para facilitar el transito de vehículos de emergencia, por donde, sin vergüenza alguna, lo reconozco, nos colamos, librándonos así de una buena espera bajo la lluvia.

    Llegamos a Praga tras haber repostado por tercera vez, rondaban las cuatro y media de la tarde aunque aun tardamos cerca de media hora en alcanzar nuestro botel. Había reservado una camarote en una barco hotel flotante en el Moldava. Cuando finalmente llegamos a los muelles no dude en meterme por allí a buscarlo. Al nada nos pararon una pareja de polis que venían en sentido contrario en una furgoneta. Su nivel de ingles no era mucho mejor que mi checo, aunque tras un cruce de frases coincidimos en la palabra mágica: “Albatros”, dimos la vuelta, nos pusimos a su zaga, y nos guiaron hasta nuestro destino. Cuando llegamos se hallaban aparcando varias Harleys de un club checo. Una vez estacionada mi Africa junto a ellas, me acerque raudo a la pareja de polis para estrecharles la mano y darle las gracias: “Dékuji”. Parece ser que les hizo gracia puesto que se fueron sonrientes y saludándonos. Tras superar los tramites de recepción, tomar la segunda ducha del día y vestirnos de calle no tardamos en salir a patear por la capital de la república checa.

    El botel donde nos alojábamos no se hallaba muy lejos de la zona visitable (Stare Mestro), y en apenas veinte minutos estabamos fotografiandonos bajo la Torre de la Polvora (Prasna brana) y nos fuimos en busca del famoso reloj Astronómico de Praga. No tardamos en percatarnos que el mapa que nos acababan de regalar no valía un mierda; para colmo los nombres de la calles eran difícilmente memorizables. Tardamos unas cuatro horas en regresar a bordo, sin haber conseguido localizar algunos de nuestros objetivos prioritarios y visitado otros (Plaza de Wenceslao, Clementinum..) que no teníamos intención de conocer en aquellos precisos momentos, aunque al menos lo hicimos con la tripa llena y bien regada.
    Nuestra segunda jornada, y día principal en Praga, iba a ser de pateo turístico sin contemplaciones, así que tras un madrugador desayuno nos encaminamos, sin prisa pero sin tregua, hacia el conocido Puente de Carlos por el que a esas tempranas horas se podía transitar sin agobios. Nos acercamos seguidamente al museo de Frank Kafka con intención de ubicarlo y de paso contemplar la simpática fuente que el praguense David Cerny emplazó frente a él. Faltaba aun una hora para su apertura así que sin dudarlo nos encaminamos al castillo para realizar la pertinente visita. Pese a ser temprano ya se iban formando colas. Dedicamos algo más de dos horas en visitar la catedral de San Vito, el callejón de oro y el antiguo palacio real, con sus colas incluidas, y superada esta obligada visita nos fuimos calle a bajo con idea de contemplar al conocido niño Jesús de Praga, el cual por cierto fue un regalo del Conde de Treviño, condado este ubicado a escasos quince kilómetros de Vitoria-Gasteiz y por el que llevan años los vascos litigando con los castellanos al ser una isla dentro de su territorio. Me parece que en Treviño cuentan con un gemelo de este Niño Jesus de Praga, asi que si no os apetece daros la panzada kilométrica ya sabéis en donde podéis contemplarlo.

    Tras un refrigerio emprendimos la visita al museo de Kafka. Si bien el personaje se las trae y sus obras son bastante sui-generis, en su museo recalcan principalmente su ascendencia judía. Parece ser que Frank se educó siendo un estudioso de la Torá y durante tiempo tuvo fuertes vínculos con sus profesores. Creció en diferentes lugares del barrio judío (Josefov), ubicado en la otra margen del Moldava. Kafka escribía en alemán y necesitaba de traductores para poder divulgar sus reflexiones en checo.

    Abandonamos Mala Strana cruzando por el puente de Carlos, a aquellas horas a punto ya de poner el banderín de completo por el elevado numero de los presentes. Nos dirigimos a la ciudad vieja con intención de contemplar las figuritas que aparecen cada hora en punto en el dichoso reloj del ayuntamiento. Llegar, llegamos, a la hora, aunque nuestro gozo en un pozo puesto que por la multitud allí agolpada no conseguimos ver gran cosa, así que malhumorados y bastante sudados, nos acercamos a curiosear por la contigua iglesia de nuestra señora de Tyn, la cual no nos dijo nada y tras un reconfortante rehidrate pilseniano nos colocamos a la sombra a la espera de que el dichoso reloj astronómico diera la hora y nos dejase contemplar sus evoluciones. Superada con notable la prueba nos dirigimos al Josefov con intencion de contemplar allí el antiguo cementerio judío y de paso, al estar estas incluidas en la entrada, también visitamos un par de sinagogas, lugares o templos los cuales no había tenido oportunidad de conocer con anterioridad. Con nuestro libro de deberes prácticamente completado pusimos rumbo a nuestro botel aprovechando el trayecto para localizar un buen sitio en donde cenar mas tarde.

    Hay un detalle que me gustaría comentaros, los checos motivados por su aun no muy lejana dominación soviética, no son precisamente gente muy simpática o cordiales, recuerdan a aquellos funcionarios que padecíamos en los setenta del “falta la póliza” y “vuelva usted mañana”, aunque la generación de treinta años para aqui, por contra, son tan alegres como en cualquier otra parte de Europa. Valga decir que tras terminar de cenar y habiendo ya abonado la cuenta nos rodearon dos camareros y uno de los cocineros del local interesados en saber de donde eramos, como habíamos ido hasta allá y a donde pensábamos ir..., y esto aconteció en un momento en que el restaurante se hallaba hasta los topes.
    Como he adelantado Praga era el destino elegido por mi mujer. Cuando me puse a preparar la ruta no tardé en percatarme que por las fechas en que nos había tocado viajar las opciones hoteleras se halaban bastante limitadas y no era fácil encontrar alojamientos económicos que satisficieran nuestras necesidades. Elegí ascender inicialmente a Praga al no tener claro la continuidad. Podíamos volver desde allí atravesando Alemania y aprovechar para visitar los tramos del Rhin y Mosela “románticos”, ascender a Berlin de la que apenas dista trescientos y pico kilometros, o bien irnos a rodar por los socorridos Alpes y asi poder tachar de mi listado algunas de esas visitas pospuestas con anterioridad. Finalmente salimos de Praga hacia el Tirol. CONTINUARÁ


    Última edición por mugire; 18/08/2019 a las 18:38

  2. #2
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    Pese a las pérdidas familiares (mis condolencias) iniciar un viaje así demuestra que la vida sigue.

    En la crónica se echa de menos mas fotos de la ruta en relación a las "urbanas" y por otro lado

    no es una sorpresa que te guste narrar generosamente.

    En espera de la siguiente entrega, se agradece el esfuerzo por compartir con todos este interesante viaje

  3. #3
    Ya lleva tacos
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    Nunca me atrajo demasiado la zona de centroeuropa, pero viendo las fotos he de reconocer que tiene su encanto. Gracias por compartir.
    Dalle jas!!!

  4. #4
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    Bien podríamos habernos acercado a Landeck (Austria) deshaciendo lo rodado dos días antes, retornando a Nuremberg y descendiendo por Munich hasta Insbruck, pero no tenía gana alguna de meterme en las colapsadas autobahn alemanas, y pasarme la jornada estresado, así que desde Praga pusimos rumbo a Linz (Austria) teniendo oportunidad de contemplar áreas rurales de la república checa antes de cruzar la frontera por Wullowitz.

    Las carreteras de chequia están bien, cuentan con buena señalización, un asfalto correcto y gasolineras cada pocos kilómetros; lo comento por si alguno tenia interés al respecto. Sin excesivo trafico, en alrededor de tres horas, habiendo aprovechado estas para repostar y deshacernos de la moneda local, nos encontrábamos rodando por la circunvalación de Linz con intención de dirigirnos a Salzburgo, en donde preveíamos recargar por segunda vez el deposito. Una vez allí mi Garmin sorpresivamente nos desvió hacia Alemania, hacia Munich, transitando por autopista unos cuantos kilómetros hasta sobrepasar el Chiemsee para llevarnos posteriormente a disfrutar de las carreteras del Tirol (alemán), hasta Insbruck.
    Fue durante nuestro transito por Austria cuando contemplamos una “nueva” señal: la de prohibición de superar ¡140!. Por desgracia también Austria se hallaba colmada de vehículos en transito y la mayor parte del tiempo no dejaban superar los 110km/h. De Insbruck a Landeck, habrá poco más que medio centenar de kilómetros, aunque esta jornada se nos hizo bastante dura pues la decena larga de horas pateadas de víspera nos pasó factura. Afortunadamente en esta ocasión no pretendíamos salir a visitar nada a la llegada, puesto que habíamos elegido Landeck como destino del día por hallarse a apenas dos horas del Stelvio.


    Nos dirigíamos hacia el paso del Stelvio cuando empezó a llover a la altura de Sluderno y fue entonces cuando nuestro navegador nos desvió de la ruta principal. En nada nos vimos cruzando la frontera Suiza. Aproveché para adquirir la dichosa viñeta de carreteras, tal como habíamos convenido, puesto que esta podía servirnos de salvaguarda si el día se torcía, algo que rodando por alta montaña no es raro que acontezca. Ascendiendo por el Pass Umbrall, sin duda uno de los pasos mas bonitos por donde hemos transitados estos días, accedimos al Stelvio, el cual, como es habitual se hallaba plagado de moteros en ese ambiente semi-eufórico que todos conocemos. No perdimos mucho tiempo allí, he de confesar que sentía curiosidad por este paso del que tanto se habla en las tertulias moteras, pero tanto a mi mujer como a mi nos decepcionó. El descenso hacia Bormio fue un autentico coñazo rodando en caravana como si volviésemos un domingo de la playa, solo pensaba en el momento de salir de alli, asi que una vez alcanzado Tirano nos desviamos hacia Sank Moritz atravesando por paso del Bernina en cuyo alto, durante nuestra breve parada, por el fresco allí reinante, coincidimos con otras dos AT1000. Repostamos al rato en St. Moritz y continuamos por el Julierpass en donde una bandada de Bsa y Triumph clásicas, con matriculas austriacas, sin un mínimo respeto a la señalización vial ni al resto de ocupantes de la vía, hicieron que me ensaltara y ponerme a la zaga del cabecilla para bajarle los humos. Si un mazacote con cubiertas mixtas, dos personas y maletas era capaz de meterle rueda ¡para que coñe andaba arriesgando tanto y poniendo en peligro su vida y la del resto!. Un buen rato después, por entonces dirigiéndonos hacia Chur, nos vimos en medio de un atasco. Afortunadamente pudimos salir de allí tras unos quince minutos de retenciones y de rodar en primera, continuando via Munster hacia el Oberalppass y Adermatt.

    Rondarían las cinco de la tarde pero había oscurecido y cuando ya creímos superada la jornada la niebla hizo su aparición y de pronto todo se volvió gris. Con visibilidad de apenas un par de metros delante de la rueda, las pantallas de la moto y casco totalmente empapadas por dentro y fuera, guiandome gracias al gps y la raya central la cual afortunadamente se hallaba recién pintada, con el paramanos izquierdo a la altura de la misma, fuimos rodando cerca de una quincena de kilómetros incapaces de seguirle a alguno de los contados coches que nos adelantaron. Pasamos por Adermatt sin poder llegar a apreciar si habia un macdonald o un pizza hut, teníamos nuestro alojamiento reservado un poco mas allá, en Gurtnellen, en la carretera que va Schwyz, a los pies del Sustenpass.

    Gutnellen ha sido lugar de paso de comerciantes y ejércitos desde antiguo, cuentan que Napoleón cruzó por allí . Es un lugar tranquilo en donde no hallarás bares pero si alojamientos en donde descansar tras agotadores jornadas, sean estas de moto, bici o de trecking. La posadera o responsable del hotel no dudó en sacar su X5 del garaje para que pusiéramos la moto a cubierto. Había dentro estacionada una Paneuropean de matricula inglesa con cuyos propietarios posteriormente platicamos un rato. Unas esplendidas jarras de cerveza, rica cena, y a dormir; la siguiente jornada con el famoso 8 alpino seguro sería un día a disfrutar.

    Creo que si hubiéramos encargado el tiempo para aquella jornada no se diferenciaría mucho del que tuvimos en aquella mañana. Llenamos el deposito en Wassen e iniciamos la ascensión del primer puerto o paso. Asfalto seco, unos diez y ocho grados de temperatura y una visibilidad excelente, sin la habitual nieblilla con la que sueles coincidir por los Alpes. Disfrutando del paisaje y el trazado no tardamos mucho en superar el Sustenpass, en cuyo alto nos detuvimos brevemente para plasmar el momento y disfrutar de las vistas. Aun nos quedaban muchos kilómetros y curvas, así que pasamos de sentarnos a contemplar los tránsitos de terceros y continuamos curveando. Un poco antes de Meiringen nos desviamos hacia Handegg para transitar ahora por el Grimselpass y ultimado el mismo volvimos a girar, en esta ocasión hacia el Furkapass.

    He de contaros algo al respecto, el Furkapass ha sido una de las principales razones por las decidimos regresar por los Alpes. Tanto mi mujer como yo tenemos este puerto muy dentro puesto que hace una treintena de años (1986), durante uno de nuestros primeros viajes en moto por Europa, lo pasamos allí francamente mal. Aquellos eran otros tiempos, el de los pasaportes, fronteras y divisas, los barbours untados con grasa y escasa información disponible. Nosotros habíamos emprendido aquel viaje a Suiza con un mapa de carreteras prestado y unos cuantos apuntes recogidos de algunos amigos y familiares. Tras pasar la tarde anterior en Zurich celebrando sus fiestas, contemplando coches clásicos y una exhibición aérea, a media noche empezó a llover y cuando nos levantamos con intención de proseguir la ruta, aun seguía igual. Recogimos la tienda y pertenencias mojadas, y arrancamos con una persistente lluvia. Llegados al Furkapass íbamos ya bastante húmedos, coincidiendo allí con niebla, lluvia y un metro de nieve acumulada en los bordes de la carretera. Quien haya conducido aquellas BMW boxer con carburadores de depresión sabrá de lo que voy a contar. Si ya de por si las condiciones de la carretera eran adversas por la variación de la altitud la moto tendía pararse como si le cerraras el grifo de gasolina y luego, de repente, salían disparadas como si se los abrieran, y esto podía acontecerte lo mismo en rectas que en curvas. Una autentica tortura rodando en aquellas condiciones metereologicas. Recuerdo que pese a contar en mi BMW-RS con focos Cibbie antinieblas, no quise hacer uso de ellos no fuera que le fallara algo y la moto se nos parara allí.

    Nos marcó mucho aquel puerto al haber sido uno de las peores experiencias moteras que hemos compartido, valga deciros que a una de nuestras primeras rottweiler la llamamos Furka..
    El Furkapass que hallamos en esta ocasión no tenía nada que ver con el que nos tocó pasar treinta y tantos años atrás. Durante su ascensión hasta el Belvedere anduvimos manteniendo a raya a un trio de nackets, sin mayores problemas, el piso estaba seco y contamos con buena visibilidad. De todas formas, aun hoy en día, la ladera que baja hacia Hospetal no es para tomársela a broma. La carretera se estrecha y desaparecen las protecciones del lado del barranco. No hay vallas, ni guardaraíles que te retengan en caso de error puesto que apenas cuentan con unos mojones de unos treinta centimetros de altura y la caída, en caso de salirte, es de aúpa.

    Contentos por haber podido rememorar aquellos lejanos momentos, continuamos nuestra ruta hacia el St. Gothardpass, o paso del San Gotardo, con idea de transitar por su conocida pista de adoquines. En esas andábamos cuando vimos a nuestra diestra un pequeño aparcamiento con pinta de chiringuito y sin más les cuestioné a dos personajes que allí se hallaban si podíamos tomar un café. Tras su respuesta afirmativa, y ya aparcados, empezaron nuestras sorpresas. Uno de los dos presentes hablaba correctamente castellano, según nos contó mas tarde había trabajado de cocinero en Javea una quincena de años, pero por la crisis se vino a Italia, aunque el era natural de Austria. Nos hizo señas para que le siguiéramos al interior. Aquello era un bunker antiaéreo alemán de la segunda guerra reconvertido en hotel tras gastarse nueve millones de francos suizos en la obra. El sitio se hallaba prácticamente a oscuras contando con unos largos pasillos, puertas blindadas y carteles en alemán. Impresionaba y en verdad tuvimos nuestras dudas mientras amablemente nos conducía por al interior. Aquello bien podía terminar en la desaparición y degüello de dos turistas. Es un sitio realmente curioso, con 5.000 metros cuadrados habitables, cafetería, comedor y habitaciones de alto standing, todas ellas sin ventanas ni cobertura de móviles o internet. Tras mostrarnos orgulloso la bodega del lugar, abandonamos el recinto algo aliviados y aun sin tenerlas todas con nosotros.

    Superado el puerto descendimos a Airolo por la pista empedrada y una vez alli continuamos hacia el Nufenenpass, ahora en direccion a Ulrichen. Bonito trazado este y de agradables vistas por donde coincidimos con una concurrida marcha de montaña. Transitamos seguidamente por los Goms hasta Brig, repostando a la altura de Siete, pasando luego por Sion y Martigny con idea de pernoctar en Chamonix. La temperatura fue en ascenso y el paisaje montañoso dejo paso a los viñedos. Se habían acabado para nosotros los grandes Alpes, unicamente el Col de Forclaz nos recordó por donde andábamos.

    Alcanzado Chamonix el recepcionista del hotel echó por tierra nuestros planes. Habíamos ido hasta allá con idea de ascender a la aguja del Midi y pasear sobre esa cristalera a 3.800mts de altitud. No tardó en anunciarnos que iba a llover esa misma noche y al día siguiente. Para cuando bajamos a tomar la primera cerveza empezaron a caer las gotas. Habia que improvisar asi que recordé la curiosidad o ganas que tenía Mila de visitar Avignon. La ultima vez que anduvimos por la Provenza, retornando entonces de la Stela Alpina, visitamos unos cuantos lugares aunque por el calor reinante nos saltamos Avignon, asi que al dia siguiente, sin aun haber cejado de llover, pusimos rumbo a Albertville a la Savoya rodando por secundarias, y pasando también por Grenoble. Nos metimos hacia la hora de comer en la autopista que baja de Lyon al Mediterraneo, a la altura de Valence, a esas horas colmada de vehículos y afortunadamente olvidados ya de la lluvia.
    Se aprecia rápido las diferencias entre los conductores gabachos y los teutones. Aquello era una guerra con acelerones y detenciones continuas. Llegamos hacia las cinco de la tarde al hotel y tras el habitual ritual de la segunda ducha y cambio de vestimentas nos pusimos raudos a patear para poder visitar el conocido Palacio papal de esta urbe. Esperaba que siendo a cubierto al menos se estaría fresquito allí dentro, pero no fue así. Si en la calle la temperatura era bastante elevada en el interior de aquel palacio no la era mucho menor. Contemplamos allí mismo una exposición de un artista actual, Ernest Pigneon-Ernest, un pintor “de calle” quien llegó a sorprendernos. Un rato despues ya nos hallabamos en la cola del Pont dÁvignon, singular obra esta que al dia de hoy siguen sin poder afirmar si la llegaron, o no, a terminar, aunque de las chavalas de la canción no quedaba ni rastro.

    Era hora de ir pensando en volver a casa. A la mañana siguiente partimos hacia Nimes y Montpellier para desde allí desviarnos al norte, hacia el Aveyron francés. Rondaban las once de la mañana cuando nos detuvimos en Roquefort-sur-Soulzon a visitar las cavas o cuevas en donde elaboran el conocido queso. Interesante visita esta antes de reemprender nuestra marcha con idea de pernoctar en Oloron, población esta ubicada al pie de los pirineos, en el Bearn occitano, no muy lejos del túnel de Somport y a escasos kilómetros de los limites del país vasco continental. Por cierto, la mayoría del chocolate Lind que comemos por estas latitudes lo fabrican precisamente allí, en Oloron-sainte-Marie. No era la primera vez que la visitábamos asi que apenas tenía interés turístico para nosotros, simplemente la elegimos por su cercanía a la frontera.

    Nuestra última jornada no fue mas que un discurrir por carreteras conocidas tratando de retrasar lo inevitable. Subiendo por Arette alcanzamos la Piedra de San Martin;seguidamente, via Belagua, pasando por Isaba, nos encaminamos hacia Lumbier, giramos una vez allí en dirección Pamplona, aunque abandonamos al poco la autovía para transitando por Las Campanas alcanzar Tafalla, a la cual hallamos en fiestas, siendo el dia del txupinazo. Tras repostar en Estella subimos el puerto de Urbasa, en donde hicimos un paradible recupera fuerzas (léase almuerzo tardío). De Olazagutia a Landa, y finalmente a casa. Rondaban las tres de la tarde cuando nuestra excursión llegó a su fin.

    Escapada intensa, con mucho más trafico del deseado, bastante calor y algunas lluvias, contemplando preciosos paisajes y sitios nuevos. En apenas diez días hubimos que defendernos en francés, alemán, checo, alemán-austriaco, italiano, alemán-suizo.. y vuelta al francés, aunque afortunadamente no tuvimos problemas con ello y conseguimos llenar el buche y beber cerveza a plena satisfacción. Eso si, terminé hastiado de andar sacando los dedos dando “Ves” a todo con quien nos cruzabamos durante la jornada alpina.
    Y en relación a la moto, ¡que os voy a decir!, es una Honda. Antes de partir revisé la presión de las ruedas, endurecí dos vueltas la suspensión trasera y engrasé la cadena, algo esto último que repetía cada dos días, y párate ya de contar. El Dct a la hora de rodar por los puertos alpinos es sin duda todo un puntazo. Solo tienes que acelerar y frenar, sin cansar la muñeca ni hartarte de andar cambiando las marchas un millón o más de veces; además con un simple toque de botón puedes rodar “en plan padre”, o bien como un dominguero quemadillo, en serio, genial, a mi entender, también para esto.

  5. #5
    Veterano mototrailero Avatar de manchi
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    No había leído la segunda parte, la has puesto a la vez que mi comentario anterior. El Furka y Nufenen los hicimos unas cuantas veces de ida o de vuelta según la ruta, esa fue nuestra "zona cero". Pasasteís muy cerca de donde estábamos.

  6. #6
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    Manchi tambien yo, hasta no hace tanto, era más de hierbas y tierra que de asfalto, de esas gentes a quienes no les importaba salir si llovía, de acercarse a comprobar la viabilidad de un track o la continuidad de un camino, pese a tener que hacerlo a un centenar de kilómetros de casa, entre semana y en solitario; pero según me acercaba a los sesenta (años), y en especial una vez estos ya superados, mi circulo de confort, al igual que mi condición física, han mermado, y en la actualidad utilizo los caminos y pistas de los montes como meros medios de acercamiento a ermitas, castillos, ruinas y similares, y no como unas metas o forma de descargar la adrenalina acumulada.

    Si por prescripción facultativa tuve que ir minimizando la ingesta de copiosos alimentos y alcohol, igualmente en la actualidad trato de evitar los sobre-esfuerzos puesto que tanto los primeros mencionados como estos últimos cada vez me pasan mayor factura, y bien sabemos que rodando campo a través a lomos de una vaca gorda un estúpido fallo puede complicarse en demasía. No desdeño el salir a rodar por monte con los colegas, siempre que esos tránsitos tengan alguna justificación, el piso se halle acorde a los neumáticos que calce mi AT, y si no todos, si al menos la mayoría de la partida juguemos con las mismas bazas, es decir lo hagan a lomos de maxitrailes y no de enduros. Se me han pasado ya los tiempos de rodar a lomos del patito feo. A punto de cumplir cincuenta años conduciendo bichos con dos ruedas y un motor, he acumulado innumerables experiencias como para ya ser precavido a este respecto.

    Posts como el que hay en apartado general en relación a lo acontecido en Tarragona, y algunos otros casos conocidos, hacen ponerse en guardia al constatar que el tiempo no pasa en balde y el muy cabrito no se aburre de recordarnos lo.
    Última edición por mugire; 21/08/2019 a las 09:17

  7. #7
    Ameno y completo diario de viaje.
    Casi se me quitan las ganas de visitar el Stelvio jeje...

    Saludos y gracias por compartir.

  8. #8
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    Cita Iniciado por LummRider Ver mensaje
    Ameno y completo diario de viaje.
    Casi se me quitan las ganas de visitar el Stelvio jeje... Saludos y gracias por compartir.


    Lummrider ni se te ocurra no ir allá por lo anteriormente leído puesto que seguro te arrepentirás de por vida y voy a decirte el por qué. Cuando te juntes con otros moteros bien podrás contarles como tras acampar en el Elefantroffen te viniste arriba y partiste hacia el Cabo Norte, y una vez allí, a una quincena de kilometros para alcanzar tu objetivo, te viste obligado a dar la vuelta con la nieve cubriendo te por encima de las rodillas y la moto patinando sin llegar a traccionar; tambien y ya ya puesto, el infierno pasado en Atlas marroquí cuando te cogió una solemne tormentada que puso en un plis plas impracticables los caminos e imposibles los vadeos, y como entonces, si no hubiera sido por los naturales hubieras tenido que ser rescatado y repatriado en helicóptero; o ya puesto, hablarles de aquella francesita que conociste a los diez y ocho recién cumplidos en las fiestas de tu pueblo, y con quien apenas unos días después partiste a hacer la "Ruta de la Seda" sobre tu inquebrantable Vespa 160, la cual, al poco de dejar atrás Estambul dijo "basta", obligándote a regresar en tren, mientras que aquella descocada francesa continuaba su viaje y no volviste a tener noticias suyas.

    Como digo, podrás contarles mil y un anécdotas pero estate seguro de que no tardarán en cortarte y preguntarte: ¿has estado en el Stelvio?, y tras tu negativa se pondrán animosamente a largar sobre sus excelencias, la forma en que que hay que trazar las tornantes, cuyo numero, por cierto, iré en ascenso según las veces que el relato se repita, y no dudaran además en enseñarte unos vídeos grabados con la go-pro en donde tratarán de mostrarte el esplendor del lugar y sus buenas artes pilotando.

    Asi que no lo dudes LummRider, acércate por alli al menos una vez, y si puedes mejor hazlo en solitario (sin acompañante, ni equipaje) a lomos de una Mulltistrada o una Duke, y a poder ser fuera de la época estival y de fines de semana puesto que aquello se llena de quemados quienes tras haber subido y bajado por allí medio centenar o más de veces, buscan victimas a quienes tentar y retar para así satisfacer su ego e imaginarse un reconocimiento por tu parte. Una buena opción podría ser acercarse previamente a la Stela Alpina y su entretenido (especialmente con lluvia) Col del Sommelier, y de allí partir al Stelvio el cual no se halla "tan" lejos, así siempre podrás comentar que pasaste por el Stelviopass mientras ibas a la playa a Dubrovnik, o mejor, a Viena, a comerte un escalope, dejando así a tus contertulios totalmente desarmados y ahorrándote de paso la contemplación de sus vídeos.
    Última edición por mugire; 23/08/2019 a las 10:00

  9. #9
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    Carlos no iba con idea de realizar un publireportaje si no de disfrutar del momento. El tener que andar parando para sacar una foto aqui, ponte en pose alli, retrasa en demasía los viajes y es algo que actualmente, o al menos en esta ocasión, como digo, no era de nuestro interés.

    Antonio, encuentras sitios de agradable contemplación por muchos lugares, aquí alado y allá lejos. Centre Europa tiene algo más que entretenidas carreteras de montaña y colapsadas autopistas, hay bastantes lugares que bien merecen un paseo.

    Voy a quitar cuidado y subo seguido la continuación de nuestra escapada a Praga.
    Última edición por mugire; 20/08/2019 a las 12:29

  10. #10
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    La vida hay que tomarla como viene, cuanto mejor te adaptes mas disfrutarás, así que felicidades por el viaje y gracias por la molestia de tomarte tu tiempo en narrarlo y poner las fotos.

    Yo soy más de campo pero alguna de las ciudades que vas citando las he visitado y de vez en cuando no me importa andar por las calles de "la vieja Europa".

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