Hoy se presentaba un magnifico día de trail. Una ruta bien planificada, al menos sobre el papel, con un itinerario muy interesante para intentar llegar por pistas desde las cercanías de Mieres hasta el Cuitu Negro (estación de Pajares), bajar a Arbas (León) y volver a entrar a Asturias por el Puerto de Piedrafita. Sobre el papel magnifico plan, pero con la ley de MURPHY topamos “si algo malo puede pasar, pasará”.
Fallos en la ruta o bien por prohibiciones o por transitar por zonas imposibles, al menos para mí. Pequeñas averías, problemas con el móvil y el spot y trialeras complicadas. He de decir, para que nadie se lleve a engaño, que no hay mucha épica en lo sucedido, la mayoría fueron pequeños contratiempos, y los problemas más importantes pude solucionarlos rápidamente, el “estrés” fue más por la cantidad que por la gravedad de los problemas. Los viajes son así… algunas veces todo se junta.
Gran parte de la ruta que tenía planificada por pistas entre Mieres y el Cuitu Negro suspendida por encontrar numerosas vallas y señales de prohibición.
Solo salvé la ascensión a un collado llamado “Braña Curuchu” de 1.317m. Trayecto con partes de cierta dificultad, tanto por la pendiente como por el estado de la pista, pero realizada sin problemas.
Después de esto tuve que subir el Puerto de Pajares por la nacional y ya por la zona de Arbas intento alguna pista, me encuentro con alguna prohibición y finalmente puedo hacer una que parte de la aldea de Tonin.
Me paro a comer en un paraje solitario al borde del camino. Normalmente aprovecho estos momentos para recargar el móvil así que, conecto el cargador y compruebo, sorprendido, que no funciona, el móvil no carga, algo se habrá estropeado....
Casi con toda seguridad me voy a quedar sin batería a lo largo de la tarde, lo que significa quedarme sin tracks. Para colmo las pilas del Spot también se han agotado por lo que en casa no podrán saber dónde estoy… (se quedan mucho más tranquilos pudiendo seguir mis pasos) buff…
Termino de comer y me dispongo a reemprender la marcha. Le doy al contacto y nada, no hay señal. Lo intento una y otra vez y nada, ni una lucecita en el cuadro. La moto esta muerta. Esta situación me pone muy tenso, maldigo y blasfemo como un poseso, (no lo tengo grabado y aunque así fuera jamás lo pondría jejeje).
Como dice Chary Sinewan “el guionista manda” y el mío hoy debe de estar de resaca o algo peor.
-Será la batería, será que la moto me está vacilando??- estos problemas eléctricos pueden ser muy puñeteros.
Como he comentado, antes de comer conecté el cargador del móvil y no funcionaba así que pensé que podría ser algo relacionado con esto, quizás y cortocircuito. Comienzo comprobando fusibles y veo uno de 15 amperios con un aspecto sospechoso. Me siento aliviado ya que parece que he dado con el problema y llevo uno de repuesto. Lo cambio y rezo para que al darle al contacto todo vuelva a la normalidad. Giro la llave y el cuadro se ilumina bufff…. Gran susto, sencilla solución.
Hasta ese momento tenía la impresión de que tantos kilómetros recorridos habían sido una pérdida de tiempo ya que no había podido disfrutar de la ruta planificada. De forma que continúo viaje y me agarro al último cartucho que podía salvar el día, cruzar el puerto de Piedrafita que une las provincias de León y Asturias, desde la localidad leonesa de Pieadrafita hasta Llamanzanes en Asturias.
Ya en otra ocasión, hace un par de años, había intentado pasar este puerto pero la nieve me lo impidió, así que era una espinita que tenía clavada.
Pero acercándome al inicio de la subida veo a lo lejos lo que parece una señal. A medida que me acerco las sospechas se van confirmando.
-Otra maldita señal- pienso, -no puede ser-. Aquí no había señal. La señal, la típica redonda con borde rojo, estaba nuevecita, recién puesta y debajo, en vez de poner "acceso restringido salvo usos ganaderos o autorizados" solo ponía algo referente a la recogida de setas y a la caza. Como ya estaba de señales hasta el gorro, me agarre a esto sin pensarlo más y tiré “palante”.
La vertiente leonesa del puerto es preciosa. La pista por momentos un poco complicada, con mucha graba suelta y algunas zonas bastante rotas por la lluvia, pero nada que impida pasar con nuestras trail.
A medida que se toma altura los paisajes se engrandecen e hicieron que la sonrisa volviese a mi cara después de un día tan desastroso.
Antes de llegar al a cumbre empiezo a notar un extraño ruido en la parte trasera de mi moto, sobre todo al ir de pie. Es como un “clac clac clac” al pasar por baches y por la graba.
Me detengo para revisar la moto y veo que le falta el tornillo que une la parte izquierda del subchasis al cuadro. Otro contratiempo más, así no puedo continuar, sería fácil que se doblara todo el subchasis o algo peor, necesito un tornillo de métrica 8 pero no llevo ninguno de repuesto. Se me ocurre mirar los tornillos que lleva la moto y ver si hay alguno de esa métrica que no sea crítico para su buen funcionamiento. Las barras de la suspensión van unidas a la tija por cuatro tornillos cada una, dos arriba y dos abajo, decido que quitar uno de ellos no supondrá mucho problema y así lo hago. Otro contratiempo solucionado, por favor, que no vengan más.
-Ya solo me falta pinchar-, digo entre dientes y bajito no valla a ser que el guionista lo escuche…
fotos de cuando llegue a casa con el tornillo del subchasis ya cambiado por el de la barra de la horquilla.
Llego a la cima del puerto y me quedo maravillado por lo que veo, tiro unas fotos y me tumbo en la hierba para disfrutar de la quietud del lugar y relajarme después de todo el ajetreo de la jornada.
Es llamativo lo que cambia el paisaje al pasar uno de estos puertos de la Cordillera Cantábrica, la vertiente sur con sus pastos secos, ocres y amarillentos, y a los pocos metros la vertiente norte es húmeda y verdosa con frondosos bosques y arroyos. Me encanta….
El descanso me sentó estupendamente. Ya veía las cosas de otro color y me dispuse a reemprender la marcha con ánimos renovados.
La bajada pintaba bien. Sabía que hace un tiempo era un tramo muy complicado, incluso para enduros, pero que últimamente lo habían arreglado un poco así que me las prometía muy felices.
Comienzo la bajada, muy sencilla en un principio.
Después de atravesar un bosque llego a una zona más abierta con unas cabañas de pastores abandonadas, la braña del Campanal, a partir de ahí la cosa se fue poniendo más complicada, tramos de mayor pendiente con mucha piedra suelta y curvas cerradas, pero nada que con cuidado no se pueda superar.
Hasta que me topé con una zona en la que la pendiente y el mal estado del camino superaba mis límites. Las lluvias del invierno habían hecho su trabajo.
Me bajé de la moto he hice una inspección a pie. Serían unos 150-200 metros de bajada muy muy empinada y rota, con surcos y piedras sueltas y con varias curvas cerradas. Después el camino continuaba en aparente buen estado.
(Como se ha comentado en otras ocasiones las imágenes no reflejan con justicia la pendiente y el estado de los caminos)
Con cuidado casi todo se puede bajar, pero este era un “punto de no retorno”, una vez abajo difícilmente podría volver a subir. El teléfono ya lo llevaba apagado desde hacía un rato, tan solo me quedaba un 7% de batería y únicamente quería encenderlo en el caso de necesidad imperiosa, como consecuencia iba sin track, aunque este parecía un problema menor, y lo peor, estaba sólo, sin nadie que me pudiese ayudar. Situaciones así en compañía se solventan con mayor facilidad, pero solo….
Tenía que decidir si continuar o dar media vuelta con el rabo entre las piernas y con una buena kilometrada de rodeo. Si más abajo hubiese otro obstáculo que me impidiera continuar quedaría atrapado, ni “palante ni patras”.
Ver en el barro unas rodadas recientes de unas bicicletas de montaña me animó a intentarlo, al fin y al cabo estaba en Asturias y no en la selva del Congo, en el peor de los casos acabaría el día haciendo un poco de senderismo…. Como decimos por Galicia “malo será”.
Con la moto apagada, los pies en el suelo apoyándome donde podía y jugando con el embrague y el freno delantero me deslizo lentamente intentando encauzar la rueda delantera por la trazada más favorable, esquivando rocas y surcos, cosa complicada porque con la pendiente la rueda resbalaba e iba un poco por donde quería.
A trompicones y con momentos de equilibrio al límite logro llegar a la zona segura. Ahora ya tenía el camino despejado para continuar.
Aliviado sigo el descenso hasta que, pasado poco más de medio kilómetro, me encuentro con lo que tanto temía. En un recodo del bosque por donde bajaba un torrente, ahora seco, el camino se había deslizado ladera abajo, había desaparecido, esa fue la impresión que tuve nada más verlo.
Juré en arameo unas cuantas veces, no me lo podía creer, si no podía continuar estaría muy muy jodido.
Me bajo de nuevo de la moto a inspeccionar y veo que ha quedado un pequeño sendero con piedras y barro entre el monte y el barranco y después el sendero se precipita por una fuerte pendiente también con rocas y barro pero bastante corta, de unos 40 o 50 metros.
Más sosegadamente pienso que es posible, que tengo que pasar. Por otro lado no tenía otra alternativa, así que había que intentarlo.
Lo primero superar la zona del derrumbe. Enciendo la moto y, ya sé que en estos casos hay que ir con decisión, pero a mí me quedaba poca, solo pensar que si me caía para el lado equivocado… Quizás desde fuera la cosa no pintase tan extrema como me lo podía parecer a mi montado en la moto. A mi el paso me parecía estrecho y complicado y con el barranco al lado me imponía bastante respeto. No me gustan mucho las alturas.
Finalmente después de un pequeño titubeo pasé con menor dificultad que la que me había imaginado. Ahora solo quedaba la trialera.
Otra vez apagué la moto y me lance camino abajo. Después de la experiencia de la primera bajada esta me pareció hasta fácil.
Una vez superados estos obstáculos el camino siguió teniendo sus dificultades, pero dentro de lo normal. De todos modos, y sin que sirva de precedente, me alegré de llegar por fin al asfalto.
Lo narrado del camino de bajada son mis impresiones de lo ocurrido, seguro que algunos podrán pensar que no hay para tanto, y otros, por el contrario, ni se plantearían bajar. La dificultad de las trialeras depende en gran medida de la moto y, sobre todo, de la pericia del piloto y yo soy del montón. Yo lo viví así y así fueron mis sensaciones, en las que, por supuesto, influye todo lo sucedido en el resto de la ruta y, sobre todo, el hecho de viajar en solitario que genera mayor incertidumbre en el caso de suceder cualquier percance.
Naturalmente cuando se pasan zonas con estas dificultades uno siente cierta satisfacción por haber superado sus miedos y limitaciones pero también pienso que debería haberme dado la vuelta antes de pasar el primer "punto de no retorno". Pero no es la primera vez que me digo lo mismo y siempre recaigo.
Video resumen:
https://youtu.be/nnZqNgB_mmg
Saludos y hasta la próxima…