otro poquito, que ya no queda mucho ;-)
DÍA 6: ZAGORA-Boumalne Dades 322 kms “el monte Sarhro”
Zagora es un lugar extraño. Allí, en mitad de la nada aparece una ciudad llena de luces, moderna para estar donde está, cuyos habitantes son mucho más oscuros que los de Merzouga, por ejemplo, una ciudad que prácticamente sólo tiene una calle (larga, muy larga), que está a 52 días de Tombuctú (Mali) (en camello, se entiende), que tiene un montón de talleres mecánicos, que tiene un “corte inglés marroquí” más barato que mercadona oiga!, que tiene un niño bizco más pesado que ningún otro niño marroquí, dispuesto a engrasar la cadena de una moto con cardán… Zagora es un lugar extraño.
Ese día teníamos mucha prisa así que decidimos madrugar. Debíamos “desandar” parte del camino realizado y separarnos de nuestros lusos amigos ya que nosotros queríamos conocer la garganta del Dades, por donde ellos ya habían pasado, aunque más tarde volveríamos a vernos en Marrakech.
Por la mañana los portugueses tienen una extraña costumbre: no se despiertan.
Puede incluso que se hayan levantado, vestido y que vayan por la calle, pero por las mañanas van dormidos siempre. Son así.
Así que nos fuimos de compras.
Los habitantes de Zagora (serán zagoranos como los de Zamora o zagorazanos como los de Zaragoza?) son hábiles vendedores. A mí me llenaron una maleta, pero es que había jurado que volvería de Marruecos con una cachimba y no me pude resistir más.
Iniciada la marcha volvimos a compartir algunos kms con nuestros amigos pero finalmente nos despedimos: ellos iban directos a Ourzazate mientras nosotros iríamos hasta Alnif para desde allí atravesar la cordillera del Sarhro (donde se grabó recientemente la película Babel) (que no he visto) y así llegar hasta el Dades.
El paisaje volvió a ser impresionante durante la travesía:
Allí conocimos a estos niños que eran pastores de la caravana de dromedarios que se adivinan al fondo. Ellos no tenían ni idea de inglés, ni de francés. Yo tampoco. Así que no supimos lo que nos decíamos, pero estuvimos compartiendo durante un rato. Es simpática una conversación de este orden, en el que sabes que no te entienden pero en el que aprecias su sonrisa. Seguramente ellos se habrán olvidado de mí pero, a mí, me gusta ver esta foto y acordarme de ellos.
Siguiendo nuestra ruta, al atravesar un pueblo cualquiera veo a lo lejos dos policías medio agachados, con un trípode. Al pasar junto a ellos sonrío y saludo, como a todos los uniformados, que eso lo pone en todos los manuales de viajeros; uno de ellos se incorpora y me hace un gesto con la mano, indicando algo así como que “por los pelos”… ¿??!!!???
Resultó ser un radar y que yo iba a 65 kms/h ligeramente por encima de los 60 indicados, pero fueron muy amables y entre mi sonrisa y su saludo hicimos las paces.
Y así llegamos a Alnif, donde abandonaríamos el asfalto para subir al Sarhro por una pista fantástica. Antes debíamos poner gasolina en nuestros depósitos, pero… no queda gasolina sin plomo y la siguiente gasolinera está a 100 kms. No sabemos cuándo llegará el camión con nuevas provisiones pero nada indica que vaya a ser ese mismo día… yo me lo juego todo a que mi Mamut sea capaz de aguantar hasta el otro lado del monte sin beber; BlackRider se lo juega a que Blacky no se parta por la mitad al ponerle gasolina con plomo. Ni lo uno ni lo otro
En las laderas del monte Sarhro descubrí varias cosas:
Que me había perdido y menos mal a BlackRider, porque yo insistía en que por ahí pasábamos fácilmente (y no lo hubiéramos hecho porque estaba muuuuuuuyyyyyy blandito)
Que como dice Maristany en su “Operación Impala” la expresión “trabajar como un negro” no es correcta; más bien debería decirse como una negra ya que es lo habitual que sean las mujeres y no los hombres quienes hagan las duras labores de la ganadería y agricultura.
Que los obreros en Marruecos tienen mucha paciencia. A saber: la pista que seguíamos estará atravesada por una carretera dentro de un año. Probablemente haya una lápida que rece algo así como que “por aquí pasaron BlackRider y McBauman con sus monturas antes de que el asfalto llegase a este paradisiaco lugar” y la verdad es que nosotros no nos damos ninguna importancia. Pero como decía, a consecuencia de esas obras, nos liamos y terminamos detrás de una excavadora. Darnos la vuelta allí, con aquellas piedras era harto difícil. Continuar era imposible. Quedarnos allí encima de las motos indefinidamente hubiera supuesto nuestra muerte. El caballero de la excavadora no tuvo mejor ocurrencia que dejar su labor y facilitarnos una salida haciendo un caminito por entre las rocas!!!! No me lo podía creer. Entre las miradas de todos los niños y ancianos que se habían acercado a vernos salimos indemnes de aquel trance. Por cierto… una vela negra para aquel briboncete que nos dedicó una piedra.
Y así, con pocas penurias más, es como atravesamos esta bella cordillera, por una pista que en ocasiones nos permitía correr a 100 kms/h, así es como Black y Mc llegaron definitivamente a orillas del Dades, una maravilla del agua en Marruecos…
(continuará…)