El problema de una pandemia de este estilo es que las medidas médicas que se puedan tomar se quedan cortas y se hace necesaria la intervención política para restringir la cotidianidad de los ciudadanos. Esto influye en la economía y al que le toca se siente puteado.
Las redes sociales amplifican ese puteo, los partidos de la oposición aprovechan esa situación para intentar sacar rédito personal, los medios de comunicación disparan a todo lo que se mueve por la audiencia y todo se retroalimenta a un nivel brutal.
La gracia, si es que la tiene, es como cuando veíamos a grupos de turistas japoneses y surcoreanos llevar mascarillas desde hace muchos años (para no contagiar a los demás) y nosotros nos reíamos porque pensábamos que lo hacían para no contagiarse ellos.
O cuando un compañero de trabajo está con un trancazo del copón, viene a trabajar y se pasa estornudando todo el día en la oficina al lado de los demás y lo vemos normal, no se va a coger la baja por un resfriado.
Todo muy loco.