Si estuviera en el cine imagino un cielo azul que ocupa toda la pantalla. La cámara va volando y a lo lejos divisa una isla a la que poco a poco se va acercando a gran altura. Al llegar a la costa comienza a bajar, hasta el puerto, donde se ven varias hileras de coches y camiones. Se aproxima a ellos, los adelanta y, al llegar a la altura del primero aparece mi fiel Mamut a punto de ser engullido por un barco amarillo que le llevará hasta Denia, para enfilar la carretera de Algeciras y poder comenzar allí la gira por Marruecos…

Si estuviera en el cine, compraría palomitas.






Llegamos a Málaga de noche y allí nos estaba esperando BlackRider, quien sería nuestro compañero de aventuras y desventuras por el continente vecino, y así, el día siguiente a media mañana nos encontrábamos llegando al puerto de Algeciras, donde nos reciben dos gitanillos que nos preguntan si queremos salir en el siguiente barco hacia Ceuta. Respuesta afirmativa, así que mientras BlackR espera con las monturas yo corro por todo el puerto hasta una oficina de viajes Al-Adra. Recordad bien este nombre. Para no ir nunca por allí. Según vuelvo hacía las monturas mi amable guía me pide una propinilla (muy alta) y cuando me dispongo a darle algo, sale corriendo a más no poder; no en vano está llegando a nuestra altura una pareja de policías que me aconsejan mirar bien lo que he pagado… efectivamente, el gordinflón de Al-Adra me ha cobrado 30 euros más de lo que indicaban los billetes sin importarle que quede constancia de todo puesto que he pagado con tarjeta. Como quedan menos de 10 minutos para que parta el barco, como las ganas de embarcar son grandes y como me he alejado ya de la oficina, pospongo las quejas para la vuelta.
Empezamos bien y aún no hemos salido de Europa…

Durante la travesía tomamos una decisión: Hemos preparado el viaje con mimo durante mucho tiempo (aunque la fecha final se decidió con muy poca antelación), hemos previsto por dónde y cuándo pasar; de hecho llevamos ya algo de retraso, así que las tres guías que llevamos, y el mapa con el itinerario pasan a ocupar el fondo de nuestras maletas. A partir de ahora, lo que pase, pasa, a donde llegamos, llegamos. Y así fue.

Una hora después nos encontramos en la frontera de Marruecos. Unos amables caballeros (otra vez???) nos indican cómo se deben rellenar los impresos para vehículo y pasajeros y la cola en la que debo colocarme primero y después mientras BlackRider vigila las motos. Así lo hacemos. Cuando le toca el turno a la persona que me precede el funcionario de la aduana coge su sello, lo guarda como si fuera una pistola en su cinturón y se va, no sin antes indicarme que me ponga en otra ventanilla.
Voy a otra ventanilla.
Después de esperar 10 minutos sin que el nuevo funcionario me dijera nada, levanta la vista de su lectura, me mira y me indica que allí no. Le imploro que sí, que allí sí, que me lo han dicho en otra ventanilla. No, no, aquí no (y le faltó decir que la ventanilla era suya y que allí se hacía lo que a él le daba la gana).
No hay dos sin tres, así que voy a una nueva ventanilla en un habitáculo contiguo. Cuando me toca, me vuelven a decir que allí no (dónde habré oído yo esto antes…) le digo que ya me han echado de dos y que las han cerrado, lo cual comprueba rápidamente y, viendo la cola que le han formado sus colegas, accede a tramitar mi documentación. Por una ventana aparece un marroquí con un papel y dice algo. Ni caso. Cuando termina con mi pasaporte, me lo va a dar pero recula, lo deja encima de la mesa y atiende al marroquí de la ventana. Cinco minutos más tarde, al acabar con el intruso de la ventana, mi amigo funcionario me da el pasaporte (esta vez sí) mientras me guiña un ojo. Je, qué majo, je, qué cab**n
Pagamos una propinilla a quienes nos habían ayudado con el formulario y así, por fin, después de tantos años deseando este momento, ya estábamos en el África!!!!




A pesar de que iba sobre aviso, lo primero que me llamó la atención desde el mismo momento en que cruzamos la frontera, fue que en Marruecos hay mucha miseria, mucha gente pidiendo, mucha gente pobre (seguramente no lo eran hasta que a los occidentales nos dio por pasear nuestras costumbres capitalistas por allí…)

Lo segundo que me llamó la atención es lo fácil que se leen las señales de tráfico: por ejemplo, en esta pone coca-cola ;-)





Lo tercero es que tienen una bebida refrescante de cola llamada stop







Después de habernos habituado a la manera de conducir en Marruecos (no conducen mal, conducen distinto) con algún que otro susto como el propiciado por una vaca que decidió que si sus ancestros llevaban siglos cruzando por allí no iba a dejar de hacerlo en ese momento a pesar del asfalto y del camión que iba a bastante velocidad seguido de dos motos, je.


Un rato después BlackR necesitaba una gasolinera; llegamos a un cruce en el que un sonriente policía ordenaba el tráfico. Paramos en el arcén y le llamamos. Un momento, nos contestó.
Algo después se acercó con su sonrisa y BlackRider le preguntó por la gasolinera
–Ah, gasolinera?
- sí, sí, una gasolinera, por favor
- gasolinera, sí…

dirigiéndose a mí, me pregunta por el camelbak, y le digo que es para beber agua.
- tu amigo gasolinera, tú agua… a dónde vais?
- A Volúbilis
- Oh, Volúbilis!!! Pero sin gasolinera ni agua, no hay Volúbilis!

(por Júpiter, lo que se aburren los polis en Marruecos!!!)

bueno, un rato después el policía-profident ya nos había indicado todo cuanto le preguntamos, y así, sin darnos cuenta, cuando el día comenzaba a expirar descubrimos las ruinas de la ciudad romana a la derecha de la carretera, por donde se ponía el sol, y un estupendo y humilde hotel que daba la bienvenida a los moteros de bmw en el otro arcén. Y allí fue donde pasamos la noche, con una maravillosa familia que nos preparó un cuscús estupendo y un desayuno que quitaba el hipo. Apuntad: Gite d´hotes a l´ombre des oliviers, justo frente a las ruinas de Volúbilis







y así con la tranquilidad del lugar, entre platos de cuscús y vasos de té, fue terminando nuestra ansiada primera jornada en el África

(continuará…)