chus4x4
05/08/2007, 19:43
El sábado 14, sin prisa ninguna, bajamos a coger la moto al garaje. Como siempre, todo lo tenemos preparado desde días antes, para evitar las típicas prisas y olvidos de última hora.
Destino... no lo sé. Ya veremos. Aunque había dos claros favoritos. Al final, los pueblos de la raya ganaron otra vez.
Volvemos a la sierra de la Culebra, donde además podremos disfrutar del clima y la gastronomía zamorana y lusa.
El viaje, con muy buen tiempo, como era de esperar, calorcillo, que se fue transformando en calorazo. Poco tráfico. Todo bien. El mundo está en orden, encefalograma plano: curvas, trazadas y despreocupación.
Un único sobresalto: a la mitad del viaje me di cuenta de que olvidé el teléfono en casa. El caso es que nunca lo llevo el fin de semana, pero este en concreto si: esperaba la llamada del amigo MarioXT.
Poco a poco, sin tocar autopista y por carreteras secundarias, y alguna terciaria que tenemos el gusto de conocer, nos vamos acercando a destino. Me gusta variar, en la medida de lo posible, los itinerarios cuando vamos más de una vez a un mismo sitio. Así que en estas vez no iba a ser menos.
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De camino, paramos a comernos un pinchito en una zona boscosa que encontramos junto a una pista por la que hicimos un poco de trail, y donde nos escondimos del sol y del calor.
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Como a cualquier niño, siempre me llamó la atención el nombre de nuestro destino: "sierra de la Culebra"... evocador, al igual que "cañón del río Lobos". Los lugareños me habían comentado que este nombre se debe a la forma serpenteante de la cresta de la cordillera. Vaya desilusión.
Pero hoy, cuando estamos ya cerca de Villardeciervos, me doy cuenta de que las historias que me cuentan son más falsas que un euro de plastilina. Esto ya me mola más. Algo había de ser para este nombre tan chulo que le pusieron a estas montañas...
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Pobre bicho. Se fue de paseo de noche tan campante, y ya no volvió a casa. Me recuerda muchas tristes historias por todos conocidas.
Un poco más adelante, ya en el pueblo, paramos en una terracilla a tomarnos un orujillo de la zona que tanto me gustan, y casi quedamos como langostinos a la plancha. Vaya calor. Y nosotros de cordura, lo que no parece tener mucha cordura.
Llegamos a nuestro hogar en esas tierras, y montamos el chiringuito. Nos fuimos directamente a la piscina, a darnos unos largos y anchos, hacer el oso acuático y refrescar. Después, terracilla con birras y aperitivos. Que dura es la vida...
Seguimos dándole a la mala vida hasta la hora de la cena, momento en el que nos abandonamos a la gula y los productos de la huerta, del establo y del corral, danzaron en nuestros platos poco antes de bajar por nuestros gaznates convertidos ya en bolo.
Y después de la cena... ¿qué podríamos hacer? Ya lo tengo! Sesión golfa en la terraza hasta la madrugada. La vida sigue siendo especialmente dura en estas latitudes.
Y nos vamos a dormir.
ZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzz...
Despertamos muy pronto, lo que nos viene de perlas para aprovechar el día. Tras un breve repaso a la moto y potente desayuno, nos ponemos en marcha.
Como se barrunta mucho calor, marchamos sin la cordura. El caso es que está un poco nublado, pero seguro que luego despeja y queda un día como el de ayer.
A los dos kilómetros damos la vuelta para ir a por la ropa de la moto. Menudo frío. Y menudos nubarrones que se ven a la vuelta de la esquina. Por si las moscas...
Y tiramos por Riomanzanas, atravesamos el pueblo, que es una pasada, hacemos un poco de trail por una pista rápida y salimos ya a tierras portuguesas.
Giramos hacia la izquierda, y alternando carreteras, por vueltas y revueltas, llegamos a Bragança. Disfrutamos del trayecto. No recuero los pueblos por los que pasamos, pero son todos muy auténticos, así como sus gentes, que parecen ser ajenas al bullicio y problemas de la gran ciudad.
Siempre he dicho que entrar a Portugal por los pueblos de la raya, es retroceder en el tiempo.
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Volvemos a pasear por el caso histórico, ver el castillo-fortaleza y los alrededores.
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Nos hacemos un tentempié improvisado... y otra vez en marcha.
Algunas de las bellas esculturas de las que disfrutan en Bragança, no como les chapes ferruñoses que nos ponen aquí...
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Y otra curiosa señal pa la colección. Ya tengo unas cuantas!
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De Bragança seguimos rumbo oeste hasta llegar a Chaves. De camino hacia allí, para mi ha sido la parte más bonita de la ruta, parte de ella por el parque natural de Montesinho. A través de altos y puertos, valles y ríos, nos acercamos a nuestro próximo destino, no sin antes tomar desvíos alternativos para hacer alguna incursión en los pueblos hacia los que algunas sugerentes carreteras nos invitaban a visitar.
En uno de ellos, nos encontramos este bólido que a muchas motos que yo conozco daría un buen repaso, jur jur jur.
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Paisajes de ensueño nos acompañan esta parte del camino, hasta que decidimos parar a comer. Ya es hora y nuestros estómagos se quejan, están celosos de los globos oculares, que están disfrutando de lo lindo mientras nuestras pobres bolsas gástricas se quejan en forma de gruñidos y pliegues. Y hambre.
No recuerdo los nombres de los pueblos por los que pasamos, pero no se me olvidan ciertas imágenes que por allí se me quedaron grabadas en la mente: el color de las rocas y la vegetación, el contraste del cielo contra los riscos, los pueblos escondidos en las laderas...
Cuando recogimos tras la comida, empezó a llover tímidamente. "Serán cuatro gotas", pensamos. Unos kilómetros más adelante vemos que la cosa va en serio, así que paro para abrocharme bien la cordura y ajustar los guantes.
Era sólo el principìo. Unos kilómetros antes de llegar a Chaves, una tromba, típica tormenta de verano, nos descarga justo encima. Recuerdo haber pasado por delante de un bar motero que me llamó la atención por tener una moto como reclamo puesta encima de un poste, pero no estaba como para parar a hacer fotos, ni apetecía parar a guarecerse como un cobarde. Seguimos.
El caso es que la nube siguió nuestra misma dirección, y el agua acabó llegando a nuestros cuerpos. El equipo de verano que llevábamos nos cuidó durante un buen rato, pero acabó desfalleciendo ante tanto agua.
A la entrada de Chaves, amainó. Incluso íbamos secando paulatinamente. Así y todo, cuando entramos en un bar a tomar unas cervezas, la gente nos miraba con cierto respeto, tal vez al vernos entrar calados como si tal cosa y pedirnos unas birritas mientras nos reíamos ironizando sobre nuestro destino.
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Tras tomarnos allí algo, salimos a dar un paseillo por la ciudad, que me pareció muy bonita, y con bastante ambiente motero, al parecer. Ví varios locales destinados a clubs de motos (aunque a decir verdad no recuerdo haber visto moto alguna; estarían en el garaje). Ahora que nadie me oye, diré que en los sitios que estuvimos nos pareció todo (excepto la gasolina) muy barato. Por eso la peña va tanto de compras por allí... Merece la pena organizar una excursión sólo pa tomar cerveces, jur jur jur.
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Y seguimos viaje. Al poco de empezar a rodar, vuelve a arreciar la lluvia. En Verín (ya en Orense) nos cruzamos con bastantes moteros. No paramos, y seguimos por la carretera general. Pero ante la insistente lluvia, opto por tomar la autopista. En este momento fue el peor momento del viaje. Llovía tanto que no se veía, y en alguna ocasión tuve que levantar la visera del casco para poder ver algo. Pero la lluvia en la cara hacía mucho daño. Volvía a bajar la visera, y volvía a no ver. Horrible. Pues así un buen tramo.
Poco a poco nos vamos acercando a nuestro destino. Se nos hizo interminable. Creíamos estar mucho más cerca. Paramos en una taberna muy molona en un pueblo que no recuerdo. Se llama "la taberna del lobo" y es de madera y piedra, muy rústica. En su tejado de pizarra destaca una veleta con forma de lobo. Sigue lloviendo. Una vez dentro, nos quitamos las chupas y los guantes, mientras se forman charcos bajo nosotros al escurrir el agua que tenemos encima y nos quedamos en camiseta tiritando de frío (bueno, esto ya sabeis todos como es...) Ni el potente orujo de la zona nos devuelve el color (ni el calor).
Como sigue lloviendo y no tiene pintas de parar, seguimos camino, resignados.
Volvemos a parar en Villarcediervos.
Entramos a tomar algo en nuestro bareto preferido. Comentamos lo que cambian las cosas: ayer estábamos fuera del bar, en la terracilla tomando algo, asándonos de calor, buscando la sombra e implorando por un soplo de brisa fresca. Ahora, en el mismo sitio y unas horas después, estamos empapados y temblando de frio, y nos encantaría que saliese el sol que ayer renegábamos para ponernos a calentar y secar bajo sus rayos. La vida es así...
Mientras tanto, hacemos nuevas amistades caninas y jugamos un buen rato con "Janis", preciosa perra Pastor Alemán que nos amenizó muchísimo nuestra estancia allí.
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Un rato después, volvemos hacia el camping. Tomamos algo, y cenamos. El frio no nos ha quitado el hambre. Tras endiñarnos unas pizzas y una ensalada, nos vamos a dormir. Pero antes habrá que tomar algo, no?
ZZZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzzzzzzzz...
El lunes amanece nublado. Mis esperanzas de que ver el sol secando la tienda y la ropa se disuelven en las primeras gotas de lluvia. Vaya forro.
Pero el caso es que caen sólo cuatro gotas. En cuanto escampa, aprovechamos para recogerlo todo, empaquetarlo y ponernos en marcha. Poner la ropa húmeda y fría no mola nada.
Afortunadamente, durante el camino de vuelta, fuimos secando, no nos llovió. Incluso por momentos, salió el sol.
Fuimos hasta Benavente por carretera general, de Benavente a León también por la general, y de león a casa por el puerto Pajares.
Al acercarnos a Gijón, vemos una tremenda nube negra encima de la ciudad. Parece que no tardará en caer una tormenta de las de órdago.
Entramos a la ciudad. "Menos mal que no nos pilló la lluvia ahora", pienso. A pocos metros ya de nuestra casa, empiezan a caer gotas.
Plic... Plic... Ploc, ploc, plocplocplocploc... BRRRRUMMM... Tremendísima tormenta que nos vuelve a dejar calados cuando estábamos ya viendo nuestra casa.
Volvemos a entrar calados, dejando charcos bajo nosotros... es lo que nos toca este fin de semana. Fuimos buscando el sol, y encontramos el agua.
Mejor.
Saludos a todos, y hasta la próxima,
Chus.
Destino... no lo sé. Ya veremos. Aunque había dos claros favoritos. Al final, los pueblos de la raya ganaron otra vez.
Volvemos a la sierra de la Culebra, donde además podremos disfrutar del clima y la gastronomía zamorana y lusa.
El viaje, con muy buen tiempo, como era de esperar, calorcillo, que se fue transformando en calorazo. Poco tráfico. Todo bien. El mundo está en orden, encefalograma plano: curvas, trazadas y despreocupación.
Un único sobresalto: a la mitad del viaje me di cuenta de que olvidé el teléfono en casa. El caso es que nunca lo llevo el fin de semana, pero este en concreto si: esperaba la llamada del amigo MarioXT.
Poco a poco, sin tocar autopista y por carreteras secundarias, y alguna terciaria que tenemos el gusto de conocer, nos vamos acercando a destino. Me gusta variar, en la medida de lo posible, los itinerarios cuando vamos más de una vez a un mismo sitio. Así que en estas vez no iba a ser menos.
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De camino, paramos a comernos un pinchito en una zona boscosa que encontramos junto a una pista por la que hicimos un poco de trail, y donde nos escondimos del sol y del calor.
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Como a cualquier niño, siempre me llamó la atención el nombre de nuestro destino: "sierra de la Culebra"... evocador, al igual que "cañón del río Lobos". Los lugareños me habían comentado que este nombre se debe a la forma serpenteante de la cresta de la cordillera. Vaya desilusión.
Pero hoy, cuando estamos ya cerca de Villardeciervos, me doy cuenta de que las historias que me cuentan son más falsas que un euro de plastilina. Esto ya me mola más. Algo había de ser para este nombre tan chulo que le pusieron a estas montañas...
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Pobre bicho. Se fue de paseo de noche tan campante, y ya no volvió a casa. Me recuerda muchas tristes historias por todos conocidas.
Un poco más adelante, ya en el pueblo, paramos en una terracilla a tomarnos un orujillo de la zona que tanto me gustan, y casi quedamos como langostinos a la plancha. Vaya calor. Y nosotros de cordura, lo que no parece tener mucha cordura.
Llegamos a nuestro hogar en esas tierras, y montamos el chiringuito. Nos fuimos directamente a la piscina, a darnos unos largos y anchos, hacer el oso acuático y refrescar. Después, terracilla con birras y aperitivos. Que dura es la vida...
Seguimos dándole a la mala vida hasta la hora de la cena, momento en el que nos abandonamos a la gula y los productos de la huerta, del establo y del corral, danzaron en nuestros platos poco antes de bajar por nuestros gaznates convertidos ya en bolo.
Y después de la cena... ¿qué podríamos hacer? Ya lo tengo! Sesión golfa en la terraza hasta la madrugada. La vida sigue siendo especialmente dura en estas latitudes.
Y nos vamos a dormir.
ZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzz...
Despertamos muy pronto, lo que nos viene de perlas para aprovechar el día. Tras un breve repaso a la moto y potente desayuno, nos ponemos en marcha.
Como se barrunta mucho calor, marchamos sin la cordura. El caso es que está un poco nublado, pero seguro que luego despeja y queda un día como el de ayer.
A los dos kilómetros damos la vuelta para ir a por la ropa de la moto. Menudo frío. Y menudos nubarrones que se ven a la vuelta de la esquina. Por si las moscas...
Y tiramos por Riomanzanas, atravesamos el pueblo, que es una pasada, hacemos un poco de trail por una pista rápida y salimos ya a tierras portuguesas.
Giramos hacia la izquierda, y alternando carreteras, por vueltas y revueltas, llegamos a Bragança. Disfrutamos del trayecto. No recuero los pueblos por los que pasamos, pero son todos muy auténticos, así como sus gentes, que parecen ser ajenas al bullicio y problemas de la gran ciudad.
Siempre he dicho que entrar a Portugal por los pueblos de la raya, es retroceder en el tiempo.
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Volvemos a pasear por el caso histórico, ver el castillo-fortaleza y los alrededores.
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Nos hacemos un tentempié improvisado... y otra vez en marcha.
Algunas de las bellas esculturas de las que disfrutan en Bragança, no como les chapes ferruñoses que nos ponen aquí...
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Y otra curiosa señal pa la colección. Ya tengo unas cuantas!
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De Bragança seguimos rumbo oeste hasta llegar a Chaves. De camino hacia allí, para mi ha sido la parte más bonita de la ruta, parte de ella por el parque natural de Montesinho. A través de altos y puertos, valles y ríos, nos acercamos a nuestro próximo destino, no sin antes tomar desvíos alternativos para hacer alguna incursión en los pueblos hacia los que algunas sugerentes carreteras nos invitaban a visitar.
En uno de ellos, nos encontramos este bólido que a muchas motos que yo conozco daría un buen repaso, jur jur jur.
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Paisajes de ensueño nos acompañan esta parte del camino, hasta que decidimos parar a comer. Ya es hora y nuestros estómagos se quejan, están celosos de los globos oculares, que están disfrutando de lo lindo mientras nuestras pobres bolsas gástricas se quejan en forma de gruñidos y pliegues. Y hambre.
No recuerdo los nombres de los pueblos por los que pasamos, pero no se me olvidan ciertas imágenes que por allí se me quedaron grabadas en la mente: el color de las rocas y la vegetación, el contraste del cielo contra los riscos, los pueblos escondidos en las laderas...
Cuando recogimos tras la comida, empezó a llover tímidamente. "Serán cuatro gotas", pensamos. Unos kilómetros más adelante vemos que la cosa va en serio, así que paro para abrocharme bien la cordura y ajustar los guantes.
Era sólo el principìo. Unos kilómetros antes de llegar a Chaves, una tromba, típica tormenta de verano, nos descarga justo encima. Recuerdo haber pasado por delante de un bar motero que me llamó la atención por tener una moto como reclamo puesta encima de un poste, pero no estaba como para parar a hacer fotos, ni apetecía parar a guarecerse como un cobarde. Seguimos.
El caso es que la nube siguió nuestra misma dirección, y el agua acabó llegando a nuestros cuerpos. El equipo de verano que llevábamos nos cuidó durante un buen rato, pero acabó desfalleciendo ante tanto agua.
A la entrada de Chaves, amainó. Incluso íbamos secando paulatinamente. Así y todo, cuando entramos en un bar a tomar unas cervezas, la gente nos miraba con cierto respeto, tal vez al vernos entrar calados como si tal cosa y pedirnos unas birritas mientras nos reíamos ironizando sobre nuestro destino.
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Tras tomarnos allí algo, salimos a dar un paseillo por la ciudad, que me pareció muy bonita, y con bastante ambiente motero, al parecer. Ví varios locales destinados a clubs de motos (aunque a decir verdad no recuerdo haber visto moto alguna; estarían en el garaje). Ahora que nadie me oye, diré que en los sitios que estuvimos nos pareció todo (excepto la gasolina) muy barato. Por eso la peña va tanto de compras por allí... Merece la pena organizar una excursión sólo pa tomar cerveces, jur jur jur.
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Y seguimos viaje. Al poco de empezar a rodar, vuelve a arreciar la lluvia. En Verín (ya en Orense) nos cruzamos con bastantes moteros. No paramos, y seguimos por la carretera general. Pero ante la insistente lluvia, opto por tomar la autopista. En este momento fue el peor momento del viaje. Llovía tanto que no se veía, y en alguna ocasión tuve que levantar la visera del casco para poder ver algo. Pero la lluvia en la cara hacía mucho daño. Volvía a bajar la visera, y volvía a no ver. Horrible. Pues así un buen tramo.
Poco a poco nos vamos acercando a nuestro destino. Se nos hizo interminable. Creíamos estar mucho más cerca. Paramos en una taberna muy molona en un pueblo que no recuerdo. Se llama "la taberna del lobo" y es de madera y piedra, muy rústica. En su tejado de pizarra destaca una veleta con forma de lobo. Sigue lloviendo. Una vez dentro, nos quitamos las chupas y los guantes, mientras se forman charcos bajo nosotros al escurrir el agua que tenemos encima y nos quedamos en camiseta tiritando de frío (bueno, esto ya sabeis todos como es...) Ni el potente orujo de la zona nos devuelve el color (ni el calor).
Como sigue lloviendo y no tiene pintas de parar, seguimos camino, resignados.
Volvemos a parar en Villarcediervos.
Entramos a tomar algo en nuestro bareto preferido. Comentamos lo que cambian las cosas: ayer estábamos fuera del bar, en la terracilla tomando algo, asándonos de calor, buscando la sombra e implorando por un soplo de brisa fresca. Ahora, en el mismo sitio y unas horas después, estamos empapados y temblando de frio, y nos encantaría que saliese el sol que ayer renegábamos para ponernos a calentar y secar bajo sus rayos. La vida es así...
Mientras tanto, hacemos nuevas amistades caninas y jugamos un buen rato con "Janis", preciosa perra Pastor Alemán que nos amenizó muchísimo nuestra estancia allí.
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Un rato después, volvemos hacia el camping. Tomamos algo, y cenamos. El frio no nos ha quitado el hambre. Tras endiñarnos unas pizzas y una ensalada, nos vamos a dormir. Pero antes habrá que tomar algo, no?
ZZZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzzzzzzzz...
El lunes amanece nublado. Mis esperanzas de que ver el sol secando la tienda y la ropa se disuelven en las primeras gotas de lluvia. Vaya forro.
Pero el caso es que caen sólo cuatro gotas. En cuanto escampa, aprovechamos para recogerlo todo, empaquetarlo y ponernos en marcha. Poner la ropa húmeda y fría no mola nada.
Afortunadamente, durante el camino de vuelta, fuimos secando, no nos llovió. Incluso por momentos, salió el sol.
Fuimos hasta Benavente por carretera general, de Benavente a León también por la general, y de león a casa por el puerto Pajares.
Al acercarnos a Gijón, vemos una tremenda nube negra encima de la ciudad. Parece que no tardará en caer una tormenta de las de órdago.
Entramos a la ciudad. "Menos mal que no nos pilló la lluvia ahora", pienso. A pocos metros ya de nuestra casa, empiezan a caer gotas.
Plic... Plic... Ploc, ploc, plocplocplocploc... BRRRRUMMM... Tremendísima tormenta que nos vuelve a dejar calados cuando estábamos ya viendo nuestra casa.
Volvemos a entrar calados, dejando charcos bajo nosotros... es lo que nos toca este fin de semana. Fuimos buscando el sol, y encontramos el agua.
Mejor.
Saludos a todos, y hasta la próxima,
Chus.