Hoy el día ha amanecido cálido y soleado. Y aunque, -como se dice por estas tierras-, "condolido" por la cena de empresa de la noche anterior, decido salir a dar una vuelta destino Nacimiento.
Hoy toca asfalto, voy solo, y no conozco los alrededores todavía. Vamos, una de esas salidas con idea de conocer la zona y estudiar posibles rutas por lo marrón. Despues de enfundarme la armadura, me dirijo hacia la sierra almeriense.
Se trata de la antigua carretera para ir hacia Granada, desde Almería. Sin apenas tráfico, firme en mal estado, curvas y más curvas,... parecen a priori, los ingredientes ideales para la montura que llevo.
La Tenere se comporta de manera estupenda en este ambiente, se muestra dócil a los cambios de trazado, enlazando las repetidas curvas con suavidad, como si de un baile se tratase, absorviendo las irregularidades del firme de forma notable. Acelera con aplomo al salir de las curvas, y su motor retiene las inercias al entrar en ellas, ayudado por su progresivo freno delantero cuando se requiere.
Y es que, compañeros, hoy he disfrutado. Ha sido de esos días en el que la embriaguez del paisaje, la morfina de las ganas de montar en moto y la compañía del diapasón han hecho que fuese todo perfecto, que disfrutara cada momento en una carretera que jamás había pisado pero que mi Tenere parecía conocer.
Después de unos apasionantes 50 km, llego a Nacimiento. Visita rápida por la plaza del pueblo, cafelito y un par de cigarros fumados con temblorosas manos... no se si porque todavía no había descargado toda la adrenalina o por las ganas de iniciar el regreso y volver a sentir el camino de vuelta.
Ruta corta, de unos 100 km, pero no exenta de largas emociones.