Pues este sábado, tras una dura noche (cena de empresa) me levanté con ganas de darnos un homenaje en forma de despedida motera del año, y así, sobre la marcha, llamé a un hotel rural, subí al trastero a por las maletas, preparamos el equipaje y el papeo y ...
EN RUTA!
El destino elegido fue Balouta, en Los Ancares. Tenía ganas de mostrar a Eva el pueblo en el que dormimos la segunda noche en el Campamento trail. Además es un buen lugar para dar paseos, disfrutar de la Naturaleza, paisajes y, sobre todo, la gastronomía!
Para ganar tiempo, la primera parte del camino la hicimos por la autopista. Fuimos desde Gijón por la autovía minera y el Huerna, no queremos que nos pille la noche en los puertos ancareños.
El día estaba soleado, pero el frío se hacía notar. Sobre todo en las zonas umbrías, donde además la carretera estaba resbaladiza. Muy resbaladiza.
Primara parada de la jornada, pa tomar un caldin calentin, que entra muy bien con esti frio:
Seguimos por la autopista hasta la salida de Barrios de Luna para coger mi querido valle de Babia, en el cual me apetecía parar cada 50 m para sacar fotos. De ensueño.
Paramos a comprar pan en San Félix de Arce, y tras andar por el hielo del pueblo admirando sus carámpanos y preguntar a casi todos sus vecinos, encontré al fin la casa del panadero, quien tuvo la amabilidad de atenderme, y eso que me temo estaba echando la siesta (eran las 15:30 aproximadamente). Finalmente, nuestra conversación terminó en cubiertas para 4x4.
Volví a por Eva, quien ya pensaba que me habían raptado. Probamos el pan. Vaya cojonudísimo que estaba.
Arrancamos la Africa Twin y seguimos en dirección Oeste. El primer sitio que encontramos adecuado lo utilizamos para montarnos un pic-nic ártico. Nos pusimos las botas.
Tras apaciguar los gastros, seguimos ruta. No nos sobra el tiempo.
Seguimos hasta Piedrafita, y bajamos por el Puente de Las Palomas. Una pasada. Ya estamos en Laciana. El frio sigue atacando, pero lo peor sigue siendo la carretera. Muy traicionera.
Llegamos a Villablino. Sigue haciendo un frío que pela. Las calles están heladas por varios tramos. Bajamos con el esfinter anal contraido. La moto ya nos hizo un par de extraños.
Cogemos el desvío hacia Ponferrada, dirección sur-oeste; seguimos el río Sil. Dejamos a nuestro paso pueblos y explotaciones mineros: Palacios, Páramo...
Ya van unas cuantas horas de viaje con un frío intenso y muy en tensión por la carretera. Vaya como cansa.
En Toreno Volvemos a desviarnos al Noroeste para llegara Vega de Espinareda. Cuando paramos en Vega, y comentando con algunos nuestras intenciones de dormir en Balouta nos decían que lo tendríamos crudo para pasar.
Que exagerada es la gente a veces.
El panorama ya empieza a cambiar adentrándonos en Los Ancares.
En los pocos tramos de carretera limpia aprovecho para enroscar un poco el mango.
Pero poco dura la euforia: en la otra vertiente el panorama ya era así:
A partir de aquí la cosa ya se complicó seriamente: la cerretera estaba resbaladiza, empezaba a helar.
Empezamos a encontrar placas de hielo frecuentemente. Empieza a no molar nada.
Paré varios pueblos más allá, a informarme de cómo estaría el último puerto que nos queda para llegar a destino. En la carretera ya se amontona la nieve y el hielo. Los vecinos, dentro del bar, al calor, me comentan al unísono que ni se me ocurra ir por allí con la moto, a no ser que nos quisiéramos matar.
Visto lo visto, hay que retroceder. La verdad es que viendo como se iba planteando el asunto, ya me había fijado en un pueblo anterior que había un restaurante y alojamientos para un posible plan B, el cual, acabó teniéndose que llevar a cabo.
Tras confirmar que teníamos habitación disponible, sacamos el equipaje, subimos a la habitación a descansar y prepararnos.
Aquí terminamos durmiendo:
La moto:
Fijaos lo que cambia sin flash y con larga exposición, bajo la ténuel luz de un farol:
Salimos a conocer bien el pequeño pueblo de Puente Ancares y lo pasamos muy bien, la verdad.
Cuando entramos en el bar, la moto ya estaba cuberta de escarcha. Así que les pedí un saco a los dueños para cubrir el asiento, por lo menos.
Había un sólo cliente en este bar de la España profunda. Un establecimiento de esos auténticos: la cocina, una niña vuendo los dibujos animados en la tv con nosotros, la abuela y el matrimonio hablando con nosotros, y un hijo de ellos ya mozalbete que se dejaba asomar de vez en cuando.
No puedo evitar probar el orujo casero al calor de la cocina de carbón. Excelente.
Empezamos a charlar de diversos temas, una de las actividades que más me gusta hacer: hablar con los lugareños, escuchar historias, leyendas, y disfrutar de la información que entra a raudales en mi cabeza.
El tiempo pasa y se acerca el momento de la cena. Pasamos al comedor, tras la inespaerada llegada de varios comensales más.
El comedor ya es moderno, no tiene la autenticidad que a mi me mola, lo viejo.
El caso es que nos ponemos tibios a base de huevos, patatas fritas, churrasco y vino de la tierra. Y de postre orujo, claro está.
Vaya como nos prestó la cena.
Luego salimos a la barra del bar de nuevo, para tomar algo antes de ir a dormir.
Y seguimos conversando con los ancareños.
Empezamos hablando de banalidades, para con el tiempo entrar en detalle de la vida en la zona muchas generaciones atrás, de los recursos de la tierra, de los oficios, aventuras de la guerra civil, entresijos de política e intereses, planes y proyectos truncados, caza furtiva...
En este momento me alegré de no haber llegado a destino y una vez más constatamos que salirse de lo planeado suele terminar bien. Por eso me encanta la improvisación.
Por desgracia las horas pasan rápido y hay que retirar.
Nos despedimos y nos dirigimos la casona donde dormiremos. Vaya frío. El suelo está como una pista de patinaje. Estamos a varios grados bajo cero. Unos cuantos.
Da gusto entrar en la habitación calentita. Dormimos como lirones.
ZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz...
Al abrir las contraventanas al día siguiente nos encontramos con un sol que espatarra. La verdad es que era lo esperado.
Salimos con el equipaje y casi se nos congela el careto. Como engaña. La moto sigue con escarcha en algunas partes que estaban destapadas.
Desayunamos, nos despedimos, y volvemos sobre nuestras rodadas.
En algunos sitios sigue habiendo hielo.
Y podemos disfrutar de las vistas que anoche no pudimos.
Subimos otra vez el puerto. Desde allí el panorama es magnífico de nuevo.
Bajamos hacia Vega de Espinareda disfrutando del soleado día, de las curvas, paisajes... y seguimos hacia Villablino. Vaya frío que hacía en el tramo que discurre paralelo al Sil.
Y cuando llegamos a Villablino otra vez el frío arrecia. Se agradece el llevar un equipamiento decente.
Creo que hubo quien no cogió el coche en unos días:
Y aquí mi querida y sufrida Eva, que tiene el cielo ganado con los tutes que le doy.
Y yo:
Entorno después de pasar el Puente de las Palomas:
En Piedrafita viramos en dirección puerto de Somiedo para no repetir ruta.
Y acertamos. No os diré el por qué. A ver si lo acertais.
Toda la carretera para nosotros, un sol de lujo, el panorama de flipar.
Aunque en la zona baja volvió la escarcha y la carretera resbaladiza.
Paramos un rato en Belmonte de Miranda y estiramos las piernas.
Volvemos a arrancar el V-Twin y salimos a Cornellana, subimos la Cabruñana, y a través de Grado y Oviedo nos adentramos en Gijón.
Ya llegamos a casa.
Hasta la próxima!
Vssssssss,
Chus.