La mañana prometía. Un buen puñado de motos esperando junto al bar a que sus jinetes terminaran sus cafés para emprender la marcha. Día de estrenos: nuevas incorporaciones y nuevo equipamiento.
Nos dirigimos al “Oeste,” pero hacia el norte, dirección Tabernas, donde nos espera el escenario ideal para rodar este cortometraje de Trail.
Tras dejar de lado el Mini-Hollywood, tomamos un desmantelado camino-carretera salpicado por gravilla, que atraviesa la estepa y asciende hacia nuestro tantas veces visitado colativí.
La subida se me atraganta. Curvas cerradas con mucha gravilla que me obligan a usar el cambio con frecuencia y, en una de estas, se me queda pillada en segunda y, entre trompicones, en un intento de recuperar el aliento, le meto un acelerón, al que mi montura responde contundentemente con una cruzada para, de forma suave y controlada besar nuestra querida tierra almeriense, sin consecuencias. La mayoría de las veces funciona aquello de “ante la duda, gasss”, aunque no siempre.
Paradita en las antenas y adaptación de la moto a las botas nuevas de rebufo quién hasta el momento sudó tinta para poder darle con los estribos a su caballo y cambiar las marchas. Llamadita de rigor… parace que la parienta tiene algunas contracciones pero nada preocupante. Rebufito está en camino pero se va a esperar que padre termine la ruta. Seguimos.
Por fin llegamos al altiplano previo a la coronación del colativí, pista rápida y con un buen grip que nos hace olvidar la penuria del “gravilloso” ascenso y nos permite dar rienda suelta a nuestros corceles.
Así, perseguidos por toda la tribu de los Sioux, llegamos en un suspiro a Fort Colativí. Desde allí, protegidos por estupendas vistas, nos hacemos las fotos de rigor y nos fumamos unas pipas de la paz.






Proseguimos nuestro camino hacia Huebro, en un divertido pero corto y polvoriento descenso. Una vez llegados, desde la plaza del pueblo de la ruta del agua, contemplamos las vistas y hablamos de nuestras monturas.







