El tal Joseph, que era aborígen de la zona, me había dicho que para hacer vibac lo mejor serían unos 1500 m de altura para evitar el frío y los mosquitos.

Con esta única premisa encontré un hotel con encanto con un restaurante exquisito.




Resultó que había miles de estrellas en la noche (nunca puedo evitar la tentación de salir a mear en bolas en mitad de la noche!) y miles de pájaros que empezaron a cantar al alba, a eso de las 5 de la mañana. Antes de las 6 estaba en pie y a las 7 ya estaba en la cima del Julierpass. En este caso sí que me paré a tomar un café, puesto que no había nadie y el silencio y la solitud eran abrumadoras en la terraza del chiringuito, que aun lo estaban montando.


Hay gente que le gustan las fotos de flores ordinarias... yo por menos de un Edelweiss no pongo el macro a la cámara.



A mediodía ya estaba pasando el Stelvio



Y a primera hora de la tarde estaba en SudTirol, al pie de los Dolomitas.


Pasé por Bolzano. Invito a todos los de ciencias a recordar el teorema de Bolzano. Me vino a la cabeza un corolario mototurístico que al final os contaré si a alguien le interesa.

Llegué a Cortina d'Ampezzo, donde fue el mundial de enduro este año y quería llegar a Tolmezzo, donde fue hace unos 5 años... pero me paré a comer un entrecotte y plantearme el viaje, que aun no lo había hecho: estaba cerca de la frontera de SLO, y tengo amigos en Eslovenia y en Bosnia. Sabía que si seguía hacia el este acabaría visitándolos y volviendo por autopistas haciendo más de 1000 km cada día. No sería la primera vez, pero en esta ocasión no tenía ganas, así que decidí cambiar la brújula y empezar a regresar hacia el oeste, evitando los valles puesto que el calor apretaba fuerte.


Me entró mucha hambre hacia las 20 horas, así que busqué un restaurante de los míos


pero las habitaciones no me gustaban puesto que estaban a más de 2000 m, así que tiré un rato más.

Poco antes del anochecer me metí por un camino de bosque hasta que en un claro encontré una casa/refugio en el cual confluian los campos telúricos. Pensé plantar la tienda en la esplanada de la casa, pero lo primero fue quitarme las botas y sentarme en el banco de la puerta a escribir mis memorias...
En 5 minutos llegaron los dueños de la casa así que me tocó disculparme y darme el piro, pero en lugar de enfadarse insistieron en que tomase algo con ellos.
El gesto me agradó tanto que me tomé un vaso de vino peleón y soporté su insulsa (pero agradable) conversación.
Evidentemente, se me hizo de negra noche antes de llegar a la carretera y me tocó buscar un lugar guiado solamente por el faro de la moto. Cerca de la carretera encontré un lugar que parecía estar bien, así que allí me quedé.

Estrellas, pipí en pelotas, naturaleza. Ya tú sabes, mi amol.

A las 5 se hace de día.

Aquel paraje idílico a los faros de la moto, de día resultó ser un cagadero a pie de carretera... por suerte la zona no es muy concurrida.