Ya hace un año desde que cruzó en mi camino un viejo y deteriorado libro de ruta de un raid que organizó un taller de Almería en 1996 y al que tuvo la suerte de asistir nuestro compañero marmota. Lejos de mantener en el olvido semejante información, se gestó una idea, una meta cuyo fin obligado era el de convertirse en realidad.


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A veces, las cosas más simples son las que más te llenan y de ese libro de ruta, todavía con olor a gasolina y restos de aventura, se forjó una historia más, de trail y de amistad.


Hace dos meses esa idea efímera empezó a tomar forma, y poco a poco fuimos moldeando el barro amorfo de una ilusión para convertirlo en una esbelta figura rebosante de realidad.
No recuerdo las horas pasadas delante del ordenador tratando de transcribir metro a metro el libro de ruta, cuidando los detalles para no desvirtuar su esencia y para mantener intactas todas las letras de tan majestuosa epopeya.


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Como granos de arena agolpados en la estrechez de un reloj de arena, fueron pasando los días y progresivamente crecieron nuestras ganas de pasar un buen fin de semana de trail.
Y que mejor, el compartir la experiencia junto con nuestras familias e hijos. Así, reservamos una casa rural perdida en lo más profundo del Parque Natural de Cazorla, en el término municipal de Arroyo Frío.


A medida que la fecha señalada se acercaba, quedamos para ultimar los detalles: compras, logística, horarios, etc… Al final 15 personas para el fin de semana y 9 motos, de los cuales algunos tuvimos la suerte de poder alargar la estancia algún día más.
La tarde de antes nos juntamos tod@s para hacer las compras, ya se sentía en el ambiente las ganas de que llegara el día siguiente. Esa noche, víctimas de una mezcla de nervios y emoción, resultó difícil conciliar el sueño.


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DÍA 1
Son las 6 de la mañana, todavía está oscuro. Mientras me pongo las protecciones, oigo las motos de freewind y damaro, que vienen a dejar las maletas para cargarlas en la furgoneta, con la que nuestras parientas viajaran más tarde.


Nos ponemos en dirección a Aguadulce, donde hemos quedado con el resto del grupo a las 7am. Al poco tiempo ya estamos todos: freewind (KTM 690), damaro (ÁfricaTwin 750), motoruge (XTR 660), magustin78 (BMW GS650 Dakar), marmota (XTR 660), Tio la vara (BMW GS1200), rebufo (KTM 690), Claudio990 (KTM 990) y un servidor, pelusus (XTZ 660 Tenere).
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Tras los saludos de rigor, nos ponemos en marcha en dirección a Felix, desde donde por pista cruzaremos la sierra de Gador en dirección a Fiñana, punto desde donde realmente comenzaba el track del libro de ruta. Sin embargo, dadas las restricciones existentes para las motos dentro del Parque Natural de Cazorla (sólo para motos y quad, no así para coches y vehículos 4x4…), tuve que eliminar la parte de ruta que pasaba por éste y decidimos añadir este tramo de pista. Luego nos dimos cuenta que nos habíamos pasado un poco… jeje


Los primeros rayos de sol comenzaban a abrirse paso entre la oscuridad de la noche, permitiéndonos contemplar los colores del paisaje. Una primera parada para parar a disfrutar del espectáculo de luces y sombras.


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Continuamos ruta en dirección a Ohanes, por la Barriada de Alcor, con una paradita en Padules a tomar café.
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Este tramo se hizo sin paradas, salvo las obligadas por dos caídas de motoruge que nos iba abriendo camino. Por dos veces perdió la rueda delantera, la primera de ellas sin consecuencias y la segunda, tuvo como resultado la cúpula rota y la palanca del freno doblada, aunque afortunadamente el piloto salió milagrosamente indemne.


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Una vez llegados a Padules, nos dimos cuenta de que íbamos bastante mal de tiempo por lo que decidimos omitir el tramo de pista que nos restaba para ir por una divertida carretera de Ohanes a Abla, y de allí a Fiñana.


Es allí donde tomo las riendas y me dispongo a dirigir el nutrido grupo por el track que tantas veces repase en Google Earth y MapSource. Llegados a la estación de Fiñana, las obras colindantes a la vía del tren han modificado la pista y sobre la marcha busco una alternativa, que resultó ser uno de los tramos más divertidos de toda la ruta.





Paralelos a la vía por el lado que no estaba previsto, por una especie de vía de servicio, un “sube y baja” roto y semi-abandonado que nos llevó hasta la estación de Huéneja y luego, ya por una pista rápida, hasta la Estación de la Calahorra, lugar donde se han filmado varias películas: El bueno, el feo y el malo y “Once upon a Time”.


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Allí volvimos a hacer una breve parada para reagruparnos y hacernos unas fotos junto al paso a nivel y a las vistas de las montañas de residuos de mineral de las Minas de Alquife.


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Continuamos pista en dirección a Gor. Este tramo era bastante rápido, pero intercalaba algunos tramos de pista con mucha gravilla. En uno de estos tramos, la moto de rebufo se cruzo de atrás, y en la caída se golpeo el tobillo derecho. Reagrupamos. Rebufo nos comenta que, aún con dolor, puede continuar, así que decidimos seguir hasta Gor.

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Una vez en Gor, en la Fuente de los Siete Caños, paramos a ver cómo está su pie. Tiene el tobillo bastante inflamado. Con el pie metido en el agua fría de la fuente y gracias a la hospitalidad de un lugareño parece que la sintomatología mejora… Antes de continuar la ruta, echando mano del botiquín que siempre llevo, le aplico un vendaje de compresión. Dolorido pero con ganas de seguir. Todo un valiente.


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Su cara lo dice todo…
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Continuamos la ruta en dirección a Gorafe. Un “pequeño error” con el zoom del GPS hace que meta a todo el grupo por un camino que enseguida termina en un campo de cultivo, donde me metí hasta la cocina creyendo que más adelante continuaba la pista. Estas cosas pasan… lo sentí sobre todo por rebufo, que no estaba su pie como para muchos trotes y el campo arado no facilitaba mucho las maniobras.


Pocos metros más adelante, tomamos la pista correcta, y enseguida nos encontramos con un pequeño “vadeo” en el que nos deleitamos un poco.





Antes de llegar a Gorafe, nos desviamos hacia Los Balcones por una pista muy entretenida hasta que tomamos una rambla que hizo que disfrutáramos como niños. Se trataba de una rambla muy arenosa, que te obligaba a darle al puño si no querías ser engullido. Además, había numerosos tramos húmedos que ya eran el “no va más”…
Algún tramo que había que sortear… pero que el Tio La Vara no se pensó en “saltar” con la GS1200!!! , no se dejo el caballete y los escapes de milagro… no me dio tiempo ni a sacar la cámara.


Al poco, en el tramo con más barro, nos metimos en una pequeña trampa: un árbol cruzado en medio de la rambla nos cortaba el paso, justo en una zona donde no había escapatoria y había que dar la vuelta en redondo. Como pudimos, fuimos dándole la vuelta a las monturas en medio del barrizal. Buscamos una alternativa que nos devolviera a la rambla, desde donde partía el camino marcado en el track.


El pueblo de Los Balcones me sorprendió gratamente. Se encuentra situado en un enclave natural con una geomorfología sorprendente.
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Tras una parada para contemplar el paisaje, cruzamos el barranco, donde la KTM990 de Claudio le dio por retozarse un poco…. Y luego ascendimos al lado opuesto por una pista con mucha pendiente y pedrusco suelto. Como desde el otro lado ya me había percatado de lo que se avecinaba, me adelanté al grupo para poder tener tiempo de sacar la cámara y grabar al personal subiendo, bueno… menos al Tio de la Vara que se pegó a mi moto como una sanguijuela… que os voy a contar que no sepáis.





Breve parada para reagrupar, comentar la jugada y echar unas risas. Proseguimos por una breve pero entretenida pista que atravesaba unos campos de regadío hasta llegar a una carretera que nos transportaría a los aledaños de Freila y que nos dejaría una huella imborrable en la retina: de repente, tras una de tantas curvas, la inmensidad de la Sierra y del Embalse del Negratín se apareció ante nuestros ojos. Por el cuerpo me recorrió una sensación inolvidable, una mezcla de adrenalina y emoción, que todavía puedo sentir cuando lo recuerdo al escribir estas líneas. No pude evitar detenerme en medio de la apenas transitada carretera y deleitarme con las vistas.


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Una vez en la carretera que une Freila con Zújar, paramos a repostar y a decidir si continuábamos por el track, que daba la vuelta al embalse del Negratín para luego salir a Castril y Tiscar (unos 40 km de pista y luego 120 km de asfalto), o si directamente íbamos a Tíscar por carretera. Fue una “difícil” decisión con diversidad de opiniones, pero a pesar de que rebufo insistía en continuar, no creímos conveniente que lo hiciera, además, eran las 15.30 h y todavía nos quedaban 120 km de asfalto.


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Salimos por asfalto en dirección a Pozo Alcón, luego Hinojares, Belerda y Tíscar, donde comenzaba el Puerto de Tíscar. La carretera era muy divertida, las curvas se sucedían continuamente, a un ritmo que a duras penas permitía detener la mirada en el increíble paisaje que se deslizaba a nuestro lado, obligándote a mantener la vista y toda la concentración en la carretera.


A la altura de la Cueva del Agua paramos a reagruparnos y aprovechamos para bajar de nuestras monturas y disfrutar de las bondades de la naturaleza.


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Seguimos por la serpenteante carretera hasta alcanzar Quesada. Allí, a la salida del pueblo en una curva cerrada de asfalto gastado y cristalizado tuve un pequeño susto al perder por unos momentos la rueda delantera pero una afortunada corrección de la dirección me hizo volver a tener agarre y poder retomar la trayectoria.


De Quesada a Cazorla y luego a La Iruela, protegida desde lo alto por su castillo templario. Y de allí, tras un pequeña vuelta turística no programada…jeje, cogimos dirección a Arroyo Frío. Los últimos tramos de la ruta eran espectaculares, una bajada vertiginosa continuamente salpicada de curvas labradas a través de un túnel de naturaleza que no dejaba resquicios a los rayos del sol.

En una de las curvas, un atrevido ciervo, atravesó decididamente la carretera e incluso, ya en el otro lado de la carretera, se paró por unos instantes mirándonos decididamente, para luego retomar su camino.


Aquel broche final del viaje de ida, una mezcla de cansancio, adrenalina y emoción, me acompañó durante los últimos kilómetros, hasta que bajo el efecto de esa droga natural, llegamos a Arroyo Frío y pasado este, al desvío hacia la casa rural. Este poco más de kilómetro de asfalto y pista con refuerzos de cemento en las curvas, pusieron a prueba nuestras últimas fuerzas y lucidez sobre la moto… jeje


Eran alrededor de las 18.30h cuando el sonido de nuestras motos rompían la tranquilidad rural. 7 horas 30 min sobre la moto, 4 horas parados, un total de casi 12 horas de aventura.

Aparcamos nuestras monturas y uno tras otro, fuimos revelando nuestra sonrisa hasta ese momento oculta bajo el casco.


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Saludamos a nuestras señoras e hijos, y poco a poco nos fuimos deshaciendo de nuestra armadura. No tardamos mucho en pegarnos un merecido bañito de agua y cerveza…


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Las instalaciones de la casa rural estaban más que a la altura de lo pensado. Varias zonas de barbacoa, piscina con sus sillas y hamacas, unos exteriores de escándalo, dos fuentes naturales a la puerta de la casa, salones de 90 metros,…


No tardamos en encender la barbacoa pues no habíamos parado a comer y, al poco de bajar de nuestras monturas, el hambre hacía mella…


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Nuestros primeros desenlaces con las brasas…


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Menos mal que tomo las riendas Damaro, el maestro de la “papa asá”…
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Fuimos comiendo, hasta que juntamos la inicial merienda, con la cena. Poco a poco, a medida que la noche avanzaba, las viandas iban dejando paso a las botellas.


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Los pequeños también disfrutaron de sus videos de dibujos animados antes de dormir.

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Nuestro compañero rebufo, en una hamaca como dios manda, para reposar su pie…, en todo momento atendido con las mejores viandas y cariños.
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De vez en cuando éramos visitados por una familia de hambrientos jabalíes, que no dudaban en acercarse sin miramientos para recoger la comida con la que les agasajábamos.
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Y el chef, sin parar de darle de comer a la barbacoa…


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En una de estas, tratando de aproximarme a ellos en un intento de imitar a nuestro querido Felix, en aras de obtener una instantánea digna… el jabalí pegó un resoplido que me hizo salir por patas y volver a atrincherarme junto a la barbacoa…. Jejeje

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Fue una velada inolvidable.
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A más de uno le brillaban los ojos como a los jabalís por la noches…. ¿Será por el polvo del camino? jeje


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Poco a poco la gente se fue recogiendo a sus habitaciones, quedando al final tres “perlas”, que apuramos la noche hasta altas horas, cerrando la velada con un puro y una copita de ron.



CONTINUARÁ



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