He cambiado una de las motos de carretera por otra que me permite salirme del asfalto. Al menos, circular por pistas fáciles e ir más cómodo por las que en el fondo son mis carreteras preferidas, las muy malas, estrechas y abandonadas. No sé por qué, pero me da la sensación de que las peores carreteras llevan a los mejores sitios.
El caso es que el sábado, aprovechando que me quedaba de Rodríguez, salí con Amy (en otra ocasión os cuento el porqué del nombre) a dar una vuelta. Sin destino concreto, porque se trataba de ir haciéndose a ella, a la nueva postura, más erguida, a la enorme rueda de 21 pulgadas, al recorrido más largo de las suspensiones, a menos de la mitad de potencia que la moto anterior...
Salí dirección Vitoria por el puerto de Barazar, casi al azar tomé un desvío a Otxandio y vi una pista que nacía junto a la carretera. Me desvié sólo para hacerle unas fotos a la nueva moto. Otra cosa es que me animara, siguiera avanzando...
Al final llegué a una bifurcación en la que, en vista de que llevaba neumáticos de carretera y la pista se iba convirtiendo en una pendiente de piedras sueltas, utilicé para dar la vuelta y volver a salir por donde había entrado. Acalorado, cansado por la tensión, bajé por la carretera hasta Otxandio, aparqué junto a la plaza y descansé un rato.
Había visto en internet que había una carretera/pista en el norte de Burgos, entre Oña y Encío, que era muy fácil y apropiada para mi nulo nivel de conducción off-road. Sin embargo, hacía el sur las nubes eran negras y se oían truenos a lo lejos. Viré entonces hacia el oeste, hacia el pantano de Urrúnaga, donde paré a hacer más fotos.
Seguimos con la sucesión de desvíos al azar, huyendo de las nubes negras del sur, y atravesamos la vertiente alavesa Parque Natural del Gorbea (pasamos por Manurga, Murgia...) para, tras otro desvío, tomar dirección Artziniega y, casi por azar, parar en Quejana, en el Valle de Ayala.
El siguiente objetivo era subir el alto de la Peña Angulo, entre Artziniega y Trespaderne, una de mis subidas preferidas... hasta que vi un cartel de esos marrones que llevan a monumentos o emplazamientos singulares. Por ese tipo de carteles tengo esa moto, pensaba. El desvío, pasada la subida, anunciaba el camino a la cascada de Peñaladros. Yo, la verdad, ni sabía que existía.
Y seguí el camino, que al principio llevaba por una carretera estrecha que comunicaba dos pequeños pueblos. Un segundo desvío llevaba por una pista asfaltada. Ideal. Es lo que quería. Suelo afirmado, pero estrecho, en mitad de un bosque... ¿Qué más se puede pedir?
Y seguimos, y se acaba el cemento, pero sigue siendo una pista ancha, con dos roderas asentadas separadas por hierba. Después se estrecha, y el suelo de tierra asentada se convierte en piedras pequeñas. En fin. Luego, charcos y piedras grandes cuesta arriba ¿Pero cómo pueden mandar a la gente por aquí?
Hasta que me encontré a un señor en una especie de invernal, y le pregunté por la cascada. Y me dijo que la había dejado atrás, hace varios kilómetros, donde se acababa la pista cementada. Obviamente, me di la vuelta agradecido por no tener que seguir con mis BW por esos andurriales. La vuelta no fue fácil: otra vez los mismos charcos, las mismas piedras grandes, y ahora cuesta abajo. Qué fácil fue la pista de primera hora de la tarde, ahora que lo pienso. Quién la pillara. El caso es que al final, efectivamente, llegué a la cascada. Y allí me quedé un rato, escuchando el murmullo del agua.
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Iniciado por gdelasheras
buena cronica y mejor moto. sigue asi
