El pasado fin de semana me encontré con unas horitas libres, me hice un bocata, cogí una botella de agua y ya tenía todo lo necesario para ir con mi moto a hacer lo que nos gusta. Como no tenía mucho tiempo y tampoco había preparado ninguna ruta, hice lo de casi siempre, improvisé.
Tenía claras dos cosas, alejarme de la ciudad y no complicarme mucho, ya que por lo inesperado de la salida no pude quedar con nadie. Me apetecía escuchar sonidos diferentes, esos que transmiten sosiego y no estrés, esos que nos llenan de vida y no nos recuerdan la rutina diaria ... lo que me apetecía estaba claro, quería “escuchar el silencio”.