Ya cuando llegué aquí desde Granada me dijeron que esta moto no es para estas tierras. Y yo ni caso. El otro día, dando una mini-vuelta por la arboleda me dí cuenta por qué. El paseo fue muy simple, sin grandes complicaciones, pero la pista estaba totalmente llena de toboganes que según me dijeron cuando llueve se convierten en charcos, y que imposibilitaban el ir muy rápido, al menos con mi moto. Además, eran zonas muy sombrías.
El caso es que después de enseñarle unas fotos a Travesero de la última salida que hice por Picos, y ver que habíamos bajado alguna cuestita fuerte, se animó a llevarme por sitios más complicados. Hicimos la vuelta al ganekogorta, subiendo por La Quadra.
Empezamos bien, calentando fuerte. Una subida interesante, sin posibilidad de parar, subiendo siempre en primera y a gas, con el suelo húmedo de rocío, no subimos mal (la moto y yo, se entiende), siempre siguiendo la trazada de Travesero y su DRZ, más que nada para no pensar demasiado, bastante tenía con empujar mi vacaburra por esa cuesta arriba y el suelo resbaloso. Después de tocar con el cubrecarter en una piedra en mitad del camino, Travesero se me escapa, pierdo su trazada, y acabo metiendo la rueda en las zarzas. Maldita mi estampa que aún no tengo la práctica de en cuesta arriba el pie derecho SIEMPRE en el estribo para frenar, primera caida. Levanto la moto, la muevo para poder seguir, y se me vuelve a caer. Espero a que venga Travesero para volver a levantarla, y seguimos. Las curvas las hago con un “venga p'arriba-p'arriba-p'arriba, no te pares ahora que la cagas!!!” totalmente abierta y rezando para no salirme de la curva, con el culo bien pegao al asiento y a golpe de gas jugando con el embrague, para rápidamente levantar el culo que viene subida de las gordas y bacheada. A tomar por culo!!!!!!!!! subo-subo-subo, a veces sin visión porque las gafas de ver se me empañan y el sol y sombra aún disimula más los baches, llegamos arriba con una sudada considerable y me dice Travesero “¡¡¡¡¡Campeona!!!!!”. Bien. Menos mal. Hemos subido. Sé que no quiere venir conmigo por estas tierras por esto de que mi moto pesa mucho y si nos metemos en un berejenal es difícil sacarla. Y lo puedo entender. Así que contenta de que se haya atrevido a meterme por ahí, y contenta de haberlo subido bien, seguimos.
A lo largo del camino nos vamos encontrando con bunkers de la guerra civil, el famoso cinturón de hierro,
y caleros, neveros, y minas,
resquicios de la antigua forma de vida de Euskadi. También nos cruzamos con casas-torre, caserios impresionantes, y ermitas preciosas
Estamos encima de yo qué se qué pueblo
Trave me va avisando de cómo es cada una de las pistas que vamos a cruzar, con lo que sé con qué me voy a encontrar. Ahora ya las pistas son fáciles y rápidas. Él se mantiene a un ritmo de paseo, pero yo estoy deseando que le dé un poquito más de gas, ya que se puede. De repente, se anima y empieza a dar gas. Yo que no desaprovecho la ocasión y le sigo el ritmo. Veo su rueda delantera volar y pienso, “un salto, ¿qué hago, freno? Alah palante!” mantengo el gas y hago un mini-salto, después viene otro salto más, y el último, de imprevisto, me pega un buen susto, porque era tan alto que ni se veía el agujero, de repente apareció un socavón debajo de la rueda, gaaaaaaaasssssss, me quedó claro que lo salté bien porque no noté ni en la rueda de delante ni en la de detrás toque de haberlas metido dentro del agujero. Hasta me pareció más sencillo que los otros saltos.
Llegamos a un pueblo, hacemos un poco de carretera para acercarnos a otro pueblo, y cogemos una pista llena de piedras. Travesero me avisa de lo que viene, pero me dice que “no es peor que la primera que has hecho antes”. Tuerzo el morro, pero no digo nada. Que las piedras con mis suspensiones son mucho peor que una pista rota, ya que a nada que mi rueda coge una piedra grande pega un salto, se coloca a 15 cm de donde estaba, la moto deja de estar recta, y encima hay que seguir subiendo... Todo va bien, vamos subiendo lo mejor que podemos, hasta que después de una curva pierdo velocidad y me paro. Mierda!! la moto se me ha inclinado un poco para la derecha, y consigo mantenerla ahí, pero no subirla. A la mierda! La dejo caer, y antes de que Travesero esté bajando ya la he levantado sola, me monto, y sigo para arriba.
La salida está llegando a su fín. Es hora de comer. Subimos a un alto con hierba. Estoy contenta, todo ha salido bien, y con suerte Trave querrá volver a compartir ruta conmigo por estas tierras. Me animo, empiezo a dar gas, meto tercera, y de repente Trave se para. Freno, en hierba (que conste que era una pista cubierta de hierba, estaba marcada en mi GPS), y se me va de atrás, freno de delante y se me va de delante, la moto empieza a patinar como si fuera en hielo, y yo temiendo por Trave que lo tengo en frente y me lo voy a comer. Consigo esquivarlo y caigo justo al lado de él. Asustada, “es que vas como una loca”, me dice. Joer, es verdad, pero yo qué sé que la hierba resbala tanto... Casi me pongo a llorar del susto, creía que me lo llevaba por delante y eso me dió mucho miedo.
Hasta aquí, más o menos bien. Ahora viene la parte chunga. 100 metro de un infierno de bajada. En vez de ir por el sitio conocido, Trave me lleva por otro lado pensando que estaría mejor. Según me asomo a la cuesta, pienso “uf!” pero tiro para delante. Bajemos, ¡pues!. Sé que lo puedo bajar, mejor o peor, pero lo puedo bajar. Así que para abajo. Bajando, bajando, en uno de esos saltos de la rueda delantera me meto a la izquierda en una zarza. Intento salir, pero no lo consigo y me caigo. A partir de ahí, el infierno. Cada vez que intentaba hacer lo que hay que hacer (meter primera, soltar embrague acelerando, coger un poco de inercia y empezar entonces a jugar con el embrague y los frenos para ir bajando poco a poco) la moto se me paraba y la tenía que volver a arrancar mientras seguía bajando!! para volver a calarse, y mekagüensuputamadre! “pero si yo he bajado cosas peores!” le decía a Trave. Joder! No digo que no me vaya a caer, pero TANTO!!! “es que se me cala la moto!”, le decía. No entendía nada. Frustración, cansancio, enfado, patadas a la moto, sin poder entender a qué tanta caída, hasta que ya, se me rompe la maneta del freno. Bien! Estupendo! Y yo con los repuestos en casa. Mekagüensuputamadre! Estaba rendida, me temblaban las piernas, me dolían los brazos, y estaba bañada en sudor. Joder! Trave se hace cargo de la moto, y la baja con la primera metida y empujando. Hasta que me dice “la rueda de atrás está bloqueada, mira a ver”. Coño, pues es verdad! El pedal del freno trasero se ha quedado pillado en una de las caídas, y por eso bajando me pasaba lo que me pasaba. Menuda aventura para bajarla, pobre moto.
Mira que me prometí a mi misma que nunca más le haría pasar por una cosa así. Pero nunca sabes. Y la culpa, de ninguno y de los dos. Pero más mía que de nadie. Porque en la primera caída Trave me dijo de dar la vuelta y yo le dije que no. Y arriba del todo antes de empezarla, cuando la ví, supe que no iba a ser fácil. Al final, por el freno pisado no bajé bien y mira en qué acabó la cosa. En un aunténtico desastre. Y lo peor de todo es que era la última pista. La última. Pero bueno, como dice Travesero, por lo menos yo estoy bien, no tengo más que unos moratones y un pequeño golpe en una rodilla, y al final la moto es arreglarle los desperfectos y ya está.
Y bueno, pues esto es lo que hay. Espero que hayáis disfrutado del cuento.
Como último apunte, deseandico que estoy de coger algo más ligero para poder hacer el cabra a gusto por estas tierras.
Saludetes!
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