La idea era buena y llevabamos tiempo con ganas de hacerlo. Faltaba que la ocasión se presentase, el detonante para una salida en moto distinta, atrevida en cierta forma y algo nos decia que sorprendente.
El amigo Rafa, conocedor de los Filabres es quien se ofrece a guiarnos por los caminos esta vez. Aceptamos el ofrecimiento claro, y nos ponemos en marcha.



En la autovía, como si lo hubiesemos planificado, nos encontramos a Fernando, y juntos llegamos a Rioja donde nos espera Rafa. Gasolina y en marcha.



Tomamos carretera buscando la sierra, que aun temprano, ofrece los mismos colores que siempre.





Por esas revueltas del Alto de Velefique, que bien poco tienen que envidiar al Alpe d'Huez, alcanzamos la cima.





Al poco encontramos la primera pista, una gozada.



Y al poco más, la primera parada, una zona que facilmente podría pasar desapercibida, pero que ojos expertos revelan como un lugar singular, muy especial en esta sierra. Aqui, con las primeras lluvias del otoño, es facil ver algún ciervo en su ritual de apareamiento.









Continuamos camino buscando la cuerda de la sierra, alternando asfalto y caminos de distinto tipo, mientras, hasta en tres ocasiones, vemos cruzarse ante nosotros a ciervas con sus crias.



Y viendo lugares ya conocidos, pero desde una perspectiva diferente.





A partir de aqui, ya te das cuenta de que la hora no es la habitual, hace mas fresco y la luz parece más debil que en otras ocasiones.





Poco a poco las luces de la moto ya alumbran el camino, los naranjas del ocaso sustituyen a los blancos y amarillos de la mañana. La noche, poco a poco, cae sobre la sierra.









Las últimas paradas son casi obligadas. El momento, para aquellos que no estamos acostumbrados, es sobrecogedor.







Muchas cosas son las que evoca la situación, tantas y tantas veces son las que hemos estado aquí y, de repente, todo es distinto, todo es nuevo, porque, como le pasa al arte, alguien te enseña lo que ya conoces con tal pasión, que abres los ojos sorprendido de lo que no habias sabido ver.

La carretera de nuevo nos lleva a la civilización. La ruta se acaba. La noche ha caido. El disfrute, maximo.
En la retina, una imagen mágica que jamás ya se nos borrará: el anochecer en la sierra sobre una moto...



Muchas gracias Rafa por esta salida diferente y única.




¡¡¡ NOS VEMOS EN LOS CAMINOS !!!

La idea era buena y llevabamos tiempo con ganas de hacerlo. Faltaba que la ocasión se presentase, el detonante para una salida en moto distinta, atrevida en cierta forma y algo nos decia que sorprendente.
El amigo Rafa, conocedor de los Filabres es quien se ofrece a guiarnos por los caminos esta vez. Aceptamos el ofrecimiento claro, y nos ponemos en marcha.



En la autovía, como si lo hubiesemos planificado, nos encontramos a Fernando, y juntos llegamos a Rioja donde nos espera Rafa. Gasolina y en marcha.



Tomamos carretera buscando la sierra, que aun temprano, ofrece los mismos colores que siempre.





Por esas revueltas del Alto de Velefique, que bien poco tienen que envidiar al Alpe d'Huez, alcanzamos la cima.





Al poco encontramos la primera pista, una gozada.



Y al poco más, la primera parada, una zona que facilmente podría pasar desapercibida, pero que ojos expertos revelan como un lugar singular, muy especial en esta sierra. Aqui, con las primeras lluvias del otoño, es facil ver algún ciervo en su ritual de apareamiento.









Continuamos camino buscando la cuerda de la sierra, alternando asfalto y caminos de distinto tipo, mientras, hasta en tres ocasiones, vemos cruzarse ante nosotros a ciervas con sus crias.



Y viendo lugares ya conocidos, pero desde una perspectiva diferente.





A partir de aqui, ya te das cuenta de que la hora no es la habitual, hace mas fresco y la luz parece más debil que en otras ocasiones.





Poco a poco las luces de la moto ya alumbran el camino, los naranjas del ocaso sustituyen a los blancos y amarillos de la mañana. La noche, poco a poco, cae sobre la sierra.










continua...