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El gran viaje de Clemente por Paté
Empieza aquí la narración del viaje de Clemente. A lo largo de varios capítulos podremos desentrañar todos los pormenores de semejante aventura. No es necesario indicar, pero lo hago, que todo lo narrado es, sin lugar a equívocos, completamente incierto e inexacto.
PARTE PRIMERA.
Iº
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Digo yo, que algo tendría que ver, el hecho de hacerlo en compañía de su ya octogenaria madre, su hermana, que traía de serie una insoportable idiotez, su cuñado y los dos hijos, bastante bobos, de ambos.
Fue en el paraje denominado Peñarara, donde, después de sentarle mal el marisco del arroz, suponiendo que un puñado de gambas arroceras con un sospechoso color oscuro en el lomo, fueran marisco, donde tomó una de las decisiones mas arriesgadas, enriquecedoras y también, como veremos luego, mas dolorosas de su existencia.
En el proceso de evacuación rápida que surge tras una colitis repentina, y dado que nadie en su sano juicio lleva papel higiénico en abundancia al campo, cayeron en sus manos las páginas de deportes del As. Destinadas a un uso no previsto como es el de la limpieza corporal, sirvieron con antelación como lectura improvisada, entre apretón y apretón.
La foto en blanco y negro de un motorista italiano, del cual nunca recordó el apellido, pero si su nombre por motivos obvios, Franco, daba pie a la noticia, que a decir verdad, tampoco recordaba. Con el devenir del tiempo supuso que dicha información hacía mención, a algún tipo de gesta o logro del fulano en cuestión.
Lo verdaderamente relevante fue que surgió en Clemente la irrefrenable intención de hacer un gran viaje en moto. Tampoco es que viajar en moto en la década de los ochenta fuera algo insólito. Lo realmente impactante era que mi amigo nunca había subido en una motocicleta, y ni siquiera tenía carnet que le habilitara para ello. Ingenuamente nos decía convencido, que si en la mili había sacado el de camión, ya era suficiente capacitación para el manejo hábil de una moto. Olvidó mencionar que tampoco condujo nunca un vehículo pesado.
El veneno ya lo tenía en el cuerpo. Cuerpo, que todo hay que decirlo, destacaba por su delgadez, su baja estatura, y una barriga considerable, ganada a base de paellas domingueras y sus correspondientes cervezas de litro, ahora llamadas litronas. Al menos su cara no llamaba la atención. Era un tipo que puedes observar de cerca una hora, y mas tarde no recordar en absoluto ni una de sus facciones. Ojos, normales, orejas, normales (con pelillos sobresaliendo de su interior), boca normal con labios corrientes, los dientes en mal estado, pero de tal modo que rara vez abría la boca para decir algo, no suponía ningún dato llamativo. Era un tipo vulgar. Aplastantemente vulgar.
Trabajaba, por decir algo, de conserje en una entidad pública sanitaria. Su misión consistía en vigilar la entrada y salida de las ambulancias del aparcamiento de un edificio del Ministerio de Sanidad. Dicha labor la realizaba con diligencia y abnegación. A las ocho de la mañana abría la cancela del recinto, que luego cerraba a las tres, antes de terminar su jornada laboral. El lapso de tiempo intermedio, lo dedicaba a dormitar, y a apuntar en una libretita los movimientos de las ambulancias, que eran escasos, ya que de las siete ambulancias destinadas a esa encomienda, tres permanecían averiadas sin visos de ser reparadas, y de las restantes, al menos dos, eran utilizadas de forma fraudulenta para realizar portes y mudanzas, y no solían aparecer por allí. Esta actividad laboral de Clemente, contribuía, como es fácil de imaginar, en acrecentar su considerable tripa.
Pero todo cambió aquella sobremesa en Peñarara, mientras evacuaba por cuarta vez, debajo de un madroño. Ahora dedicaba su jornada laboral a informarse doblemente. Que moto comprar para su aventura, y fijar una meta para su epopeya. De lo primero se encargaba leyendo revistas de motos, que le dejaba el quiosquero de la esquina, a cambio de poder estacionar su 2CV en el patio; de un manual de mecánica de los años 50, y de lo segundo se encargaba el Atlas de la época estudiantil, y algún recorte de prensa de viajes o noticias de atentados cruentos, que hacían descartar destinos que a priori, le habían parecido atractivos, como Beirut.>>
Continuará.
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