Hay días que sales de la cama e intuyes que no estás "fino". Con el ánimo apagado, no tanto como para
sentirte rotundamente triste, pero sin "chispa".
Lo que en otro momento supondría una pequeña ilusión por poder salir un rato con la moto, se convierte
en una pesada tarea.
¡Buff! Ponerse pantalón, cazadora, botas, casco, guantes... luchando contra una fuerza viscoelástica que
parece retraer los músculos.
Starter, start, broumm!! broumm!!... El corazón parece despertar, estimularse...
Amanece el dia grís. Voluntarioso, comienzo con un paseo a un lugar de nombre animoso.
Descubro ese banco con vistas sobre la ciudad. Sentados tratamos de salir de nuestro letargo.
La moto te despierta. A diferencia de un coche, no vale hundirse en el sillón, sacar el codo por la ventanilla
y conducir ausente. No, la moto, como una amante exigente y generosa, te pide todo tu cuerpo y espíritu.
Pese a todo cierta tensión electromagnética sigue apoderándose de la mente.
El fluir del río es tan escaso que nos fijamos mas en el fango que en la propia agua. Todo un síntoma.
Cambiamos el tratamiento y me prescribo un poco de pista, verde mejor que marrón.
Se escucha un agradable rumor, nos dirigimos a su origen...
... un pequeño salto de agua basta para percibir un gran placer. Se está a gusto.
En menos de un kilómetro cambiamos de elemento: Del agua pasamos a la contundente piedra.
Ha salido el sol y también se va despejando uno. Poco a poco, casi imperceptiblemente.
Pero también es cierto que algunas ensoñaciones externas de algún "artista" no ayudan.
Nos dirigimos a las alturas, donde las perspectivas cambian en el paisaje. Aceptas con naturalidad
el mismo cambio de visión interno.
Bajamos en busca del equilibrio...
...en concreto de la "Peña del equilibrio". Un ejemplo a seguir.
Respira regularmente la Domi y profundamente su piloto.
Y alcanzamos "La peña de los enamorados".
Otro día contaré su leyenda. Pese a su apariencia, geológicamente (con rigor habría que decir
petrológicamente) es una sola roca que se ha erosionado de manera diferencial. Algo se nota aquí:
Salimos de su interior imaginando la de miles de historias que aquí habrán sucedido.
Es la primera vez que hoy rodamos a cien por hora. También hay mas alegría dentro del casco.
Todo va mejor. Incluso una pista traicionera parece pan comido. A ver donde nos lleva.
¡Ha valido la pena, espacios amplios y gratificantes!
Y si las rocas mantienen el equilibrio ¿Quién lo va a tener sino los que andamos en moto?
A comprobar si es es profundo el charco...
... pues na de na. Lo siento por si alguién esperaba una fotito fangosa, ja.
Por la pista encontramos un pueblo misterioso y a la vez sereno.
Mucho tengo que agradecerle a la Domi por el bien que me está haciendo hoy... y por el de estos dos
años acompañandome. Está es posiblemente la última crónica con ella.
El chapoteo del agua es en este instante la única banda sonora. Y la mejor.
Dejamos la pista y la carretera no le desmerece.
Somos todos distintos pero la mayoría con deseos y sentimientos muy parecidos.
El puzzle de sensaciones que persistía por la mañana, se ha difuminado.
Aldeas por descubrir...
... y campanas que buscar.
La moto espera en la marquesina un nuevo motorista.
Mis sentimientos son evidentes. Ella solo quiere que la cuiden y salir a rodar. Lo da todo.
Una antigua casa de peón caminero. Siempre atrayentes.
Penúltima parada. El desayuno de mañana será artesano.
Volvemos por la ribera río Miño.
Subo a una pequeña ermita ...
...con vistas a la ciudad. El ánimo es bien distinto al de primera hora.
Ahí vuelvo.
Arranco. Volvemos plenos de energía. Positiva
Estamos con muy buen humor
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