Fazer y yo decidimos pasar la noche en un hostal cerca del punto de salida, que era Banyoles (Girona) pero la mayoría de los componentes del grupo se pegaron los 100 km más o menos de viaje con el madrugón incluido bajo la lluvia, y la lluvia continuó y continuó y continuó...
Pues a ponerse el traje de lluvia y aguantar el chaparrón como campeones
El objetivo era una ruta por la Alta Garrotxa y pasar cerca de la frontera francesa, por caminos que habían sido frecuentados por invasores franceses, exiliados, bandoleros y contrabandistas de todo tipo. Alta montaña, primavera en su mejor momento... la perspectiva no era mala después de todo. Quizá el remojón merezca la pena, porque la montaña con lluvia tiene un encanto especial, y más en esta época del año.
La pista tiene muy buena pinta, los paisajes son espectaculares, y la lluvia no importuna demasiado. Nos lo estamos pasando bien.
Aparece esta pequeña joya románica en medio del camino, la iglesia de Sant Fruitós d'Ossinyà. Va lloviendo, va aclarando, no está nada mal. La niebla y el agua le dan un punto a todo.
Agua, más agua... será por agua
Y por fin el ansiado bocadillo... la lluvia empieza a poner los caminos difíciles y el cansancio asoma poco a poco.
Esta frikada es obra de un artista local, el Parc Garrell. Muchos curiosos paran a hacerse fotos.
Foto de grupo que nos hace una familia
Y empieza la fiesta. Las losas del camino tienen musgo y vamos comprando parcelas, unos en marcha y otros en parado como yo cuando apoyo el pie porque no llego bien al suelo, y menos desde que he perdido peso. De todas las formas de caerse, la mía es la más original...
Empapada hasta las orejas. Lo que más rabia me da es que se me va a rizar el pelo. Me puedo caer mil veces, se me pueden romper los retrovisores, pero volver a casa con estos pelos me pone de los nervios.
Con un resbalón hay que ver los destrozos que sufren las KTM...
Y esta foto me la he puesto de fondo de Facebook. Ha salido demasiado bonita mi moto. Muy pocos metros más allá está la frontera francesa. La tradición dice que hay que bajarse de la moto y hacer aguas menores en el otro lado, pero por un lado yo soy una señora, y por el otro me hace poca gracia bajarme todo el traje de lluvia, así que mejor dejo tan arraigada tradición para los caballeros, que lo tienen más fácil.
El refugio de cazadores (¿o de fiesteros salvajes?) donde podemos resguardarnos un poco y comer el picnic que llevamos. La temperatura ha bajado mucho y se agradece estar en un lugar seco.
Se nota que han pasado franceses delante de nosotros. Como se cuidan...
¡De lujo!
Bonito hasta decir basta
Este lugar tiene algo. Bonito, muy bonito
Y mucho barro. El cansancio empieza a hacer mella.
Esto es de postal.
Y tras unos 100 km de barro y lluvia y siete horas de caminos, llegamos a la carretera y allí Fazer y yo decidimos volver para casa porque son las cinco de la tarde, ha dejado de llover y apenas quedan dos horas de luz. El resto del grupo decidió volver al infierno embarrado para ahorrarse unos kilómetros de carretera. La continuación de esta aventura corre por Whatsapp, y parece que tiene mucho que ver con las de los montañeros que deciden subir el último tramo del Everest después de las 11 de la mañana... se masca la tragedia.
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Como siempre, lo mejor es la compañía. Gracias por ser como sois, una buena ruta con amigos es el perfecto cierre de una gran semana.