Como Carlos75 ha decidido "descansar" un tiempo de esto de las crónicas, una servidora os va a comentar una rutilla que considero interesante. Eso sí, las fotos son de vuestro colega. Si no os gusta esta seudo-crónica es responsabilidad de la vagancia del propietario del nick, ja ja..
Amanece un lunes postelectoral. Me he acostado atónita, de mal humor y me he levantado con ganas de irme de aquí. Alibabá y los cuarenta cuidando de las huchas de nuestros hijos. Compañero: ¿Cambiamos la ruta prevista y salimos del país?
El recorrido del lunes:
Lo bueno de la moto, unas curvitas y el humor agrio es sustituído por sentimientos más elevados.
Puebla de Sanabria. Hace mucho calor. Veo a un tipo en una moto que si lo pillo lo hago padre de mis hijos, ja, ja. Eso sí, tiene un navegador que ya usaban los Etruscos.
Bocata, charleta con una pareja madurita de cántabros. Interesante su trayectoria vital.
Un café con su correspondiente clavo turístico, y salimos hacia la sierra de la Culebra. ¡Jo, qué solitario es todo esto!.
Me dice el guía que puede ser interesante desviarnos a Santa Cruz de los Cuérragos (que significa “cauces”). Accedo pues el chaval tiene buen ojo y casi siempre acierta. Es un pueblo muy auténtico aunque queda bastante por rehabilitar. Tienen los cerezos bien abrigaditos…seguro que Ibarrola se inspiró aquí.
A esta sierra vienen turistas de la naturaleza para avistar el abundante lobo y en otoño la berrea de los ciervos; hasta nos cruzamos con alguno por la carretera.
El poblado de la presa del Castro, ya en el Duero, es curioso. Tiene un aire de monasterio tibetano. Mientras Carlos se dedicaba a merodear por sus recovecos semiderruídos, yo escuchaba con interés a un jubilado del pueblo, nieto de pastor y que fue trabajador en los consulados de La Habana, Brujas, Amberes, Bruselas, y que me contó los abusos de Iberdrola con las expropiaciones y los vertidos de escombro en las orillas al construir la presa.
Ya conocía el Puente Pino, proyectado en el estudio de Eiffel. Es hermoso y ligero.
Contenta de estar entre portugueses. Llegamos al hotel Cabeço do Forte en Miranda do Douro y hay mas motos. No llegamos a coincidir con sus dueños, lástima pues a veces se intercambian conocimientos, experiencias y alguna cervecita.
Invadimos la habitación con nuestros pertrechos y sudores, bueno eso él, porque yo soy una chica y solo transpiro, jajaja. Y luego directos a la piscina. Son las nueve pero la temperatura aún es alta.
Una cena nada ligera y un paseo para ayudar a su digestión (no lo conseguí). Es una villa tranquila y silenciosa en esta época, con las típicas tiendas de una zona fronteriza.