Comparto también con vosotros una salida de hace unos días
9:30 .- La decisión estaba tomada: Hacia el océano. Pero nos acercaremos al agua salada por otra con diferentes características, dulce, vaporizada y espesa.
11:00 .- Rodeamos Vigo y subimos al monte Alba. Empapo los ojos de mar, las islas Cíes, la ensenada de Baiona con cabo silleiro al fondo...
Disfruto, primero estirando las piernas y mirando; luego lo hago sobre la moto entre curvas y aroma costero para la carburación de ella y mis alvéolos pulmonares.
12:00 .- Pasado Panxón teníamos ganas de pista y llagamos a Monteferro. Se trata de una montaña peninsular rematada por las islas Estelas.
Por aquí estuvo situada una batería costera hasta 1970. Curioseo entre sus restos.
Disponía de varias edificaciones, bunker y polvorín.
Tres cañones de 6300 kg de acero se encargaban de enviar obuses a 13 km.
Pisteamos cerca de unas aguas hoy muy serenas. En la cumbre se alza un monumento dedicado a todos los navegantes. Ahora la sensación de soledad es tan absoluta que casi hasta un insecto hace compañía.
Bajamos. En el istmo y en toda la costa que recorro sobresale el inconfundible olor a mar…
...aroma que resulta de la mezcla de sustancias químicas propias de la sal, los peces o la arena y rocas húmedas…
...pero lo que destaca y caracteriza a este perfume es el sulfuro de dimetilo, un gas producto de la descomposición bacteriana de una sustancia muy abundante en las células de las algas microscópicas del fitoplacton.
Ajeno a tanto cientificismo que intenta romper la poesía olfativa que nos envuelve, seguimos rodando para detenernos un instante a observar la iglesia de Panxón.