Todavía me duele todo, pero me lo pasé en grande, por la ruta y por la compañía. Lo de la poza, es que tenía que dar la nota y no sabía como.

Todos pasando elegantemente por las roderas del agua, saliendo sin ni siquiera mancharse como quien lo hace todos los días, y yo, peazo chula, digo, vamos a ver como van estas ruedas en barro, y zas, me clavo y casi salgo por encima del manillar. Suerte de Albert y Tivi, que casi en volandas me desclavan las botas del barro tirando de mí hacia arriba mientras pataleaba en el aire y luego me desclavan la moto, que debía pesar 30 kg más con tanto barro. Paversematao...

Y de nuevo, cómo va Cristina. Los demás también, sois unos campeones, pero Cristina... estuve todo el rato detrás de ella, y la tía con su Domi y sus ruedas de asfalto, pasaba como quien se pasea por el Corte Inglés, mientras yo echaba los bofes intentando seguirla. Y sin vacilar en ningún momento de lo bien que va en moto, cuando podría hacerlo si quisiera. ¡Cristina, no cambies nunca!