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Ya son conocidos estos paisajes, pero siempre se miran con ojos nuevos. El valle del nacimiento del río Arnoia y la hoy apenas visible aldea de Rebordechao, conforman un panorama imponente.
La lógica te lleva de A hasta B, la imaginación a cualquier parte. Ensoñar que estás a miles de leguas es fácil en estas soledades.
Ni idea del Sag de la horquilla, ni de la distancia al suelo del cubrecarter y no tenemos maping de motor ni control de tracción...quizás sea por eso sienta que la moto y yo somos uno. Es solo una sensación personal, tecnología y tecnicismos tienen su lugar.
Los caminos complejos y esquivos suelen llevarte a destinos sorprendentes…como a una rotonda a 1400 metros de altura en la loma de una montaña.
Incluso tiene nombre esta encrucijada de cinco pistas.
Decía Mario Andretti que si tienes todo bajo control es que no vas demasiado rápido. Con mi destreza, ni lo uno ni lo otro. Pero por no ir demasiado deprisa pude ver y acercarme a la “silla de la reina”
Es absolutamente liberal, pueden sentarse hasta plebeyos republicanos. El trono pétreo que alguien puso aquí hace unos cincuenta años tiene buenas vistas.
Seguimos descendiendo de la sierra y dejando las pistas de tierra, alcanzamos el asfalto firme sobre los metálicos railes de la abandonada estación de Prado-Alberguería.
Cae el sol y el pueblo de Prado recibe sus últimos rayos.
La sierra de San Mamede nos despide con el reflejo de poniente. Un territorio trail muy gratificante.
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