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Re: 200 kms lloviendo a mares...
Os copio el relato que colgué hace tiempo en el foro de la mutua motera:
Antes que nada, un saludo para todos.
Quisiera contaros una de mis experiencias con este elemento que, combinado con el frío del que tanto hablamos estos días, consiguió arruinar uno de mis viajes y convertirlo en un calvario.
Mi relato comienza con el final de una concentración en el centro-sur de Francia, un domingo a finales de noviembre y 700 Km. por delante para volver a casa.
Acabamos de comer sobre las dos de la tarde y durante la despedida de los amigos y mientras aseguramos que el año siguiente volveremos a estar ahí, unas primeras gotas de lluvia empiezan a caer y el cielo cubierto se oscurece cada vez más.
Pregunto a los de la región y me aseguran que “cuando empieza, no para”, por lo que decido salir con todo el equipo de lluvia, que en este caso supone ponernos unos pantalones impermeables (en principio el resto del equipo ya lo es).
Llegados a este punto quisiera comentar que vamos desde hace ya varios años a esta reunión, y suelo ir y volver “todorecto” cruzando los Pirineos, pero debido a una mala experiencia el año anterior cruzando el Portalet (que por si sola podría constituir otro relato) y a que este año íbamos solos (yo y mi pareja) en mi GSXF, decidí volver por autopista y la frontera de Endaya, aunque el coste económico era muy superior.
Primeros Km, autopista dir Burdeos, lluvia, lluvia fuerte y ¡¡joder, parece que nos echan pozales de agua por encima!!. Conseguimos hacer unos 100Km y pasado Burdeos aprovechamos para echar gasolina y hacer un primer balance de la situación. Cuando me bajo de la moto veo que el asiento humea vapor solo con los restos de mi temperatura…..empieza a hacer frío, pero no mucho. Yo voy bastante seco, aunque los puños calentables de la moto me fallan y mis manos se van enfriando a pesar de los guantes de “jodetex” (por fuera están calados, pero aún no pasa el agua dentro).
Rodando a 120km/h mi GSX gasta poco, y sigo por la autopista hacia la frontera, con intención de volver a echar en España, pues hay poco más de 200km.
¿¿¿Acaso no va a parar de llover nunca??? A ratos casi ni veo el asfalto, y muchos tramos de autopista están literalmente con una capa de agua por encima, por lo que a veces no puedo ir a más de 70.
A estas alturas “hacemos aguas” por varios sitios: las mangas de la cazadora “absorben” liquido hacia dentro y este pasa a los guantes por dentro, además hilillos de agua helada empieza a colarse por mi cuello y mi espalda se va mojando poco a poco. Mª Angeles lleva las piernas mojadas y le pasa agua por la cremallera de la cazadora, aparte de llevar las manos heladas desde hace rato.
Cuando llegamos a San Sebastián estamos literalmente como pasas heladas, además de que ya se ha hecho de noche y con la carretera en obras lo paso mal por la escasa visibilidad.
Sigue lloviendo.
Paramos en una gasolinera y decidimos comernos unos bocatas que llevamos y ponernos ropa seca. Por suerte siempre llevamos guantes de recambio, aunque los “suplentes” sabemos que no son tan buenos y pronto calarán, pero por lo menos iremos un rato secos. Tenemos otros 300 km por delante.
Seguimos por autopista hacia Pamplona, y he de decir que del siguiente tramo solo recuerdo la oscuridad, el frío que ya calaba hasta la medula y esa horrible sensación de llevar hasta los calzoncillos mojados (no se por donde pasó el agua, lo juro).
Por suerte, cuando consideraba seriamente la posibilidad de entrar en cualquier hotel de Pamplona, concurrieron dos circunstancias que me hicieron optar por continuar hasta nuestro destino: Zaragoza.
En primer lugar la lluvia cesó casi por completo, y (¡¡¡gracias, Dios, gracias!!!) mis puños calentables volvían a funcionar. Apreté el acelerador.
Casi de golpe entramos en una zona con neblinas y una bajada de temperatura espectacular. Yo notaba que estaba cerca del limite, mojado, helado, casi temblando (no quería ceder a los impulsos de mi cuerpo y empezar a hacerlo, porque no sabía si podría parar), pero de vez en cuando tocaba a mi compañera para asegurarme de que estaba bien, pues ella suele ser más friolera que yo, y notando que a veces daba cabezadas, temía por su integridad.
En el último tramo hubo incluso zonas sin nada de lluvia, pero cuando paramos en el último peaje, Mª Angeles casi no pudo pagar porque llevaba las manos completamente ateridas
-¿Paramos a calentarnos?- le pregunté.
-“Dale caña, que solo quedan 30km”
Los hice sin bajar de 160, aunque fue un poco imprudente dado nuestro estado (yo no creo que tuviese mucha capacidad de reacción) el tiempo apremiaba si no queríamos que nuestros cuerpos se enfriasen aun más.
Llegamos a casa tras 10 horas de infernal viaje bajo la lluvia.
V´s
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