Esto que has escrito no se puede mejorar, Javi, ni las fotos.
Para mí han sido tres días de "vino y rosas", esos días que piensas que todo ha salido perfecto y has disfrutado cada minuto. Ha sido muy bonito reencontraros a vosotr@s y a Josep, que os considero amigos desde hace mucho tiempo, y conocer al gran Ata, un tipo majísimo de verdad, en uno de nuestros lugares favoritos, el camping de Anzánigo. De acuerdo, no es el Hotel Semiramis, ni el servicio del Hilton precisamente, pero uno de sus alicientes es meterte con el concepto de la hostelería de Emilio...
Lo bueno que tiene es que siempre encuentras a alguien conocido, y sales de allí con nuevas amistades. No importa si vas con una RR, una custom o una enduro, la moto es lo que nos hermana a todos (qué bonito suena, aunque es cierto que de un tiempo a esta parte la gente va más a la suya al camping).
Fazer y yo llegamos el viernes de noche, y tras montar la tienda, sacar una nevera llena de patxarán y quintos, cenar y descargar las motos del remolque casi a tientas con la ayuda de Josep, intentamos echar un sueño reparador entre las cogorzas y los cuescos del ilustre capítulo catalán del HOG (Harley Owners Club).
(Ni que decir tiene la sensación de alivio que sientes una vez que el coche cargado con el remolque y las dos motos sale de los dominios de la Antipática Consellera Tura y su gasolina 3 céntimos más cara. Juro que me encanta Aragón, y esa sensación de paz y semi-libertad por sus caminos es un aliciente añadido en los últimos tiempos a su maravilloso paisaje.)
A las ocho Josep nos sacó de la cama de una forma incontestable, que no fue bien apreciada por los customeros. Cuestión de vestirse de romano lo antes posible y salir por piernas antes de que los vapores del patxarán se despejaran en la zona rough-biker.
Exploramos el camino que nos recomendó Emilio, que debía llevarnos de Anzánigo a Jaca por pistas de uso agrícola y pasar por dos pueblos abandonados -lamentablemente, porque son bonitos de verdad y podrían volver a la vida facilmente-. Encontramos un lugar barato, rico-rico y simpático para comer en Jaca junto a la carretera, el Pista Lynch, y volvimos en pos de la piscina de Emilio.
Allí estaban ya esperando Javi, Susi y Ata, y nos dimos el correspondiente remojón. La tarde y la noche transcurrió entre batallitas y quintos, el objetivo era vaciar la nevera, y por la noche casi lo conseguimos.
A la mañana siguiente, Susi se fue con su scooter a Jaca, donde volvimos a quedar para comer, y el resto del grupo repetimos el camino, pero como esta vez pudimos ir un poco más deprisa, decidimos probar una alternativa para ir a la ciudad. Lo malo es que lo que parecía una pista ancha y bien pisada se fue estrechando estrechando hasta que acabó siendo una trialera (sí, y Ata venía con la GS1200) y decidimos dar la vuelta por si las moscas. Una pena, porque aquello era un antiguo camino real que la maleza ha cerrado, y ahora es intransitable incluso a pie. Espero que no se incendie aquello nunca, porque nadie podrá llegar.
En Jaca dimos buena cuenta de los enormes platos que te sirven en el Pista Lynch y volvimos de nuevo a Anzánigo para darnos el gran chapuzón. Un buen rato de risas y piscina, y Ata y Josep cargaron la moto y se fueron. Los Amoter@s y nosotros decidimos en el último momento quedarnos una noche más, pese a nuestros temores de inmensas caravanas al día siguiente, y aprovechamos la tarde visitando la estación de Canfranc (la del anuncio de la Lotería de Navidad). Para llorar, o casi. Renfe está dejando que se pudra una maravillosa muestra de Art-Decó, por lo poco que pudimos ver, pero ahí hay que meter mucho dinero para que recupere su viejo esplendor. Tuve la sensación de haber visitado el Titanic hundido
Acabamos la nevera de quintos e hicimos noche. A la mañana siguiente cargamos las motos, desayunamos y nos volvimos para casa, con la maleta llena de buenos recuerdos.