Salimos una soleada mañana de sábado rumbo occidente, por la costa.
La idea era hacer una breve incursión por pueblos de A Mariña Occidental.
Y así hicimos.
De paso, nos pasamos por Seares para saludar a los Moteros Astures que allí estaban: Ceci, Diesu, Fey, Fraile, y Leñero. Una pena no haber coincidido con el resto.
Decir que de subida al tinglado donde estaban los chiringuitos, nos encontramos con Kso, que participaba en esta edición de Carrilanas con su bólido de 0 cc.
Alguno que otro se llevó un pequeño susto cuando le llamé para decirle que estaba en una pista en un monte de Cantabria sin gasolina, y le llamaba para decirle que por favor me trajese una garrafa con caldo, jur jur jur...
Tomamos una birrilla rápida con nuestros amigos, y seguimos el viaje.
Por la costa y carreterillas hasta llegar a Viveiro, lugar que escogimos para el campamento base.
Una vez allí dimos unas vueltas por el pueblo. Flipé con lo que había cambiado y crecido. Es que hacía unos 20 años que no pasaba por allí... como pasa el tiempo, cuhone.
Nos tomamos algo inspeccionando mesones donde luego cenaríamos, y llegada la hora nos pusimos hasta el ano de pulpo, navajas y chipirones, con un ribeiro turbio de flipar. Esto en la zona de Covas.
Fuimos a pasear hasta el casco histórico, y nos tomamos un orujillo en una apacible terraza, y de ahí a dormir.
Al día siguiente, tras desayunar, subimos a una ermita que está en un monte frente a Viveiro, desde donde hay unas vistas impresionantes. En la subida, hay un recinto en el que conviven an armonía varios gorrinos y una familia de gamos.
Después, subimos a dar un voltio por la ría en una embarcación, la que para nuestra suerte, iba prácticamente vacía y pudimos charlar a gusto con la tripulación y les abrasé a preguntas de cara a nuestro próximo examen (PER), y me ilustré en empleo de la sonda, el GPS marino y otros. Lo pasamos bomba.
Pero ya amenazaba agua.
Cuando desembarcamos, empezaba a llover, así que nos pusimos rápidamente la cordura, y nos dirigimos hasta Estaca de Bares, el punto más al norte de la península Ibérica y de muy recomendable visita.
De camino hacia allí, paramos a ver los restos del naufragio del bergantín Palomo.
Llovió bastante durante el camino, pero cuando llegamos a destino ya había escampado y empezaba a asomar el sol tímidamente.
Aquí estuvimos paseando buen rato, por el faro, la bocina, los alrededores y llegamos al extremo de la punta.
Como decía este es el punto más al norte de España, y sirve para los que aún no hemos podido ir a Nordkaap, hacernos un poco de ilusiones, jajajaja.
Las vistas que desde aquí hay son la bomba, pero como hay algo de bruma no podemos disfrutar de ellas todo lo que se podría. También subimos hasta El Semáforo, desde donde tenemos entendido que tienes vistas a 360º que son una pasada. Pero desde allí no vimos nada. Había mucha niebla. Encontramos por el camino una especie de poblado industrial abandonado que parecía la guarida de las hordas de Mad Max.
Después nos dedicamos a visitar pueblos y hacer algo de trail por la zona, parando de vez en cuando a hacernos unos pinchitos cuando la ocasión y el panorama lo merecía.
Seguimos visitando pueblos y más pueblos...
Y llegamos a sitios desconocidos por muchos y muy hermosos...
Paramos en la taberna de un pueblo olvidado y por casi todos, a hablar con el dueño y flipamos con las reliquias que había por allí. Y menudo orujo casero...
Seguro que algo de esto tiene los requisitos para salir en la serie "Cuéntame", jur jur jur
Supermotard rural...
Y pasamos por muchas playas, algunas con bandera azul y con mucha gente.
Seguimos camino y tras el día entero rulando por carreteras y caminos, volvemos a Viveiro.
Justo antes de que descargue el chaparrón del siglo. Aprovechamos para pasar por el túnel de lavado y cambiar el look.
Afortunadamente, la nube pasó rápido.
Y nos disolvemos en la noche gallega de Viveiro. Damos unas vueltas, tomamos unos vinos... y a cenar.
Esta noche toca carnaza. Como nos pusimos. Tras la fartura, una agradable sobremesa y unos chupitos para bajar la cena. Desde la mesa, disfrutamos viendo caer los rayos en el mar. Eso si: temía una tormenta de campeonato.
Entramos a saborear unos combinados de ron caribeño a una cafeta muy chula, y volvió a llover. Pero también paró pronto.
Y volvemos a dormir. Tenemos suerte y ya no llueve más.
Volvemos a dormir como lirones. Ya es lunes, y el cielo está despejado y empieza a salir el sol.
Desmontamos el tinglao y arrancamos. Aún nos quedan cosas que ver por A Mariña.
En Viveiro, esto me llamó mucho la atención:
Y atravesamos pueblos, por carreteras secundarias, llegamos a sitios flipantes, con unas vistas de pasón, playas que pudrían parecer caribeñas, a falta de palmeras y temperatura, y tupidos bosques.
Subimos a varios miradores, y al final, acabamos en Punta Roncadoira, donde termina la carretera en el faro, y los últimos metros son de vértigo, la estrecha y sinuosa carretera discurre pegada al acantilado. Glups!
Estamos allí un rato, viendo el paisaje (maldita bruma) y alcanzamos a ver la isla X (no me acuerdo del nombre y paso de buscar el mapa).
Por fortuna, apareció por allí un oriundo de la zona, y le estuve sacando información de sitios para ver. Una lástima que no haya tiempo para ir a todos los lugares que nos comentó. No pasa nada... los tengo apuntados para otra.
Seguimos recorriendo carreteras ratoneras siguiendo la costa, y fuimos a ver una playa que tiene unas magníficas vistas a una gran industria del aluminio, con sus cargueros fondeados a pocos metros de la misma, y las humeantes chimeneas allí mismo. Una aberración, pero la verdad, digno de ver, algo totalmente atípico.
Junto a ella, el espigón por el que nos metimos a husmear, y en los alrededores cientos (miles, tal vez) de piezas de hormigón, sobrantes de cuando se hizo la obra.
Como anécdota, los señores del pueblo decían a los arquitectos que ese espigón no les iba a durar ni cuatro telediario. Al parecer, los técnicos se reían de medio lado. Al final, en la primera tormenta la fuerza del mar rompió el dique. Y más de una vez. Una vez más la sabiduría popular se impone: "Sabe más el diablo por viejo que por diablo".
Seguimos caleyeando por la zona, cuando tenemos un desagradable encuentro con un tractor.
A la salida de una curva, un tractor se dispone a salir a la carretera. El "conductor", aun habiéndonos visto desde lejos, decide salir sin parar, por lo que tenemos que frenar fuerte. Encontramos delante un artefacto lleno de pinchos que va soltando pegotes de barro.
Paso de cabrearme, me defeco en su fruta madre por lo bajini y le adelantamos.
Seguimos viendo playas, bosques y demás.
El tiempo pasa, y no podemos visitar todos los sitios que queríamos. La última parada turística la hacemos en San Cibrao, desde donde a lo lejos aún se ve la factoría de aluminio.
Dejamos el resto de cosas para otra visita a nuestra provincia vecina, y nos metemos en la carretera general, donde vemos cosas como esta:
Bastante tráfico, y en algunas zonas de obras los camiones que vienen de frente nos pasan rozando, no mola mucho.
Paramos a hacernos uno de esos refrigerios improvisados y campestres que tanto nos gustan en el Monasterio del Monte, en Tapia, el cual alguno seguro que recuerda por el tesoro que recientemente ha sido allí encontrado.
Y nada más digno de mención.
A casita a guardarlo todo, y hacer un poco de sillon-ball, que mañana toca currar.
Saludos a todos, y hasta la próxima.
Chus.
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