Tras darme un madrugón para ir a cazar el XL Tesoro y una vez rematada la faena, me quedaba por delante una bonita jornada motera. Es temprano, el tiempo acompaña, así que... ¡en marcha!

Aquí, en la iglesia de Cuñaba, estaba el tesoro escondido. Hacia las 9 de la mañana ya obraba en mi poder y llevaba ya un buen número de kilómetros y curvas encima.



Tenía previsto explorar una pista que une este pueblo con otro por el monte, pero una subida bastante fuerte y pedregosa me hizo desistir yendo solo. Habrá que volver otro día.

Durante la bajada, ya con calma, disfruté del entorno, paré a sacar fotos, y a ver este extraño altar que encontré durante la subida:



Desde aquí se ve abajo, a lo lejos, el desfiladero de La Hermida, y si os fijais en el guarda-rail, vereis las marcas dejadas por las rocas un desprendimiento.



Una vez abajo, a enroscar un poco el mango, y parada en La Hermida a tomar un cafelito. Veo pasar un grupo de customeros.

Sigo camino disfrutando a tope del día, y llego a Potes. Echo gasolina a la Africota y decido subir San Glorio, que me mola mucho. Dicho y hecho. En la subida rebaso al grupo de customeros a los que antes me refería.

Vaya frio que pasé. Si bien al salir de casa y durante todo el trayecto estaba "helado", ahora me estaba "criogenizando".

Cuando corono subo al Collado de Llesba, con la intención de hacer unas pistas muy chulas que había descubierto varios años atrás.

Subiendo las vistas con preciosas.



El monumento de arriba:



Hace mucho frio. Estamos muy altos, casi a 1700 m.



Y llevo un tremendo chasco a la hora de empezar la jornada off-road. En toda la zona están "que lo vierten" con señales de "prohibida la circulación". Con esto me encontré al inicio de la pista que buscaba...



Así que doy la vuelta, bajo otra vez a San Glorio (no me canso de recorrerlo).



Bajo por la vertiente leonesa. Es una zona preciosa.



En Portilla de La Reina, tras charlar con un lugareño, decido ir hasta Caín, así que a través de carreteras con encanto, me voy acercando al corazón de Picos de Europa.



Aprovecho para entablar conversación con un pescador y disfrutar del panorama un rato.

Luego, sigo ascendiendo, hastas coronar el puerto de Panderrueda. Que gozada.



Bajo ahora, atravesando frondosos bosques, hasta Santa María de Valdeón. Que pasada. Las antiguas casas y el aroma a leña quemada me hipnotizan.



Paro a pasear y refrescarme en el rio.



Y me digo que ya está bien de asfalto y me dispongo (en contra de mi idea originaria de meterme por donde no conozco solo) a explorar una pista que vi.

Es una pasada. Entretenida, con buenas vistas, sol y sombra.



Por momentos la cosa se pone algo chunga, me patinó un par de veces y en un par de pasos las vi canutas. Hay que ir pensando en cambiar las cubiertas por algo más off.



Sigo camino. La incertidumbre de si tendrá salida o no el camino, si tendré sitio para dar la vuelta en un momento dado, empieza a planear sobre mi linda cabecita.



En esta foto no se aprecia, pero la bajadita se las trae... patiné un par de veces.



Y la cosa no va cogiendo buen cariz, precisamente...



Eso si: las imágenes se me van quedando grabadas en la mente. Curioso estado de angustia y gozo simultáneo.



Y tras unas cuantas subidas y bajadas, penas y alegrías, vislumbro un pueblo a lo lejos y una carretera asfaltada Yupiii

Al llegar abajo salto al asfalto cual grácil gacela y enrosco el mango de lo lindo.

Un tramo interesante.

Y poco más adelante paso por el famoso "chorco de los lobos". Los que no lo conozcais, teneis que hacer lo posible por ir a verlo. Una pasada. Os recomiendo una pequeña investigación sobre el sitio para que sepais de qué va.



Y desde allí sigo hasta Caín por la sinuosa carretera, disfrutando de los torrentes que las recientes lluvias revitalizaron. Ahora ya hace calor. Mucho. Y hambre. También mucho.

Así que paro a comprar algunas viandas.



Y vuelvo a ponerme en ruta.



Por un momento pensé que eran nenúfares.



Me dirijo al sitio que tenía pensado para comer.



Aunque no lo parezca, el camino es este:



La meta:



Aquí me pongo a la sombra a degustar las ricas viandas que en forma de embutidos diversos satisfacen mi hambre. Me siento un auténtico privilegiado. Una sensación que no se puede explicar. Descanso allí un rato a la sombra, viendo los rastros que los jabalíes por allí dejaron.



Y desandamos el camino.



Esta zona con un pequeño vadeo es muy entretenida.



Salgo un rato después al asfalto. Me dirijo de nuevo a Valdeón, el mismo recorrido pero en sentido contrario. Sigo disfrutando del día como un enano.

Llegando a Portilla de La Reina me paro a "charlar" con un nuevo amigo que sale a mi encuentro:







Y aprovecho para conocer mejor el pueblo. Doy un paseillo por allí. Está en un marco precioso.



Y sigo haciendo coleguillas...





El día va transcurriendo, y he de seguir.

Los kilómetros se suceden. Disfruto de la conducción y del viaje. Soy millonario.



Sigo hasta Boca de Huérgano, donde no puedo eludir la "llamada de la selva" y me salgo del asfalto para ir paralelo a él por unas rápidas pistas que dan acceso a las fincas de la zona.

Y llego a Riaño. El ambalse está con mucha más agua desde mi anterior visita, y me recuerda el color turquesa del Caribe. Vaya color de agua.



Me dirijo a Boñar. De allí a La Vecilla, y atravieso los auténticos pueblos de la montaña leonesa, las hoces de Vegacervera...

Y me encuentro con este eficaz todo-terreno:



Subo el puerto de Vegarada, dede donde veo unas pistas que en fuertes zig-zag llevan a San Isidro y que hace muuuucho que no atravieso. Se suelen ver rebecos por allí.



Y después, la ya clásica ruta de Vegarada-Rioaller:



Me estuve enterando de ciertas alternativas que habrá que inspeccionar.



Durante la bajada me encontré a estas dos amigas descansando apaciblemente:



Y fin de ruta. Pero sólo para mi. Para otros, es el inicio.



Una vez que llegué al asfalto, le di un poco para sacar la carbonilla.

Las hoces del río Aller:



y atravesé la comarca del Caudal, para llegar a casa y tomarme una birra con mi buen amigo Félix.

Pero antes, quiero enseñaros al único perro conductor que conozco:



Un día de lujo, 11 horas de moto, muchos kilómetros, y mucha diversión.

Me lo pasé bomba.

Vsssssssssss,

Chus.